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miércoles, 21 de junio de 2017

Expiaciones terrenales

Por Silver Chiquero

En esta edición, seguimos exponiendo resumidamente los diferentes casos de la segunda parte del libro El Cielo y el Inferno según el Espiritismo.


MARCEL, EL NIÑO Nº4: Un huérfano de entre 8 a 10 años sufría en silencio el tremendo dolor de sus miembros retorcidos al extremo de tener los pies cerca de su cabeza. Era inteligente, dulce, paciente, resignado, demostrando un alma elevada. En otra vida fue hermoso, grande, rico, adulado, también vanidoso, fútil y renegaba de Dios. Esta última vida fue de depuración.

SZYMEL SLIZGOL: Un pobre israelita mendigó durante treinta años, pagaba la enseñanza de niños pobres y distribuía los alimentos con lo que le daban de buena voluntad. En otra vida fue un rey tirano, impetuoso, avaro, sensual y opresor de débiles. Luego sufrió torturas y sufrimientos antes de morir. En esta vida nació pobre, quedó huérfano pronto, solo, sin recibir amor ni afectos, pero ha sido enterrado con honores y entre multitudes.

JULIENNE-MARIE, LA MENDIGA: Una pobre y enferma anciana cayó a un frío estanque; la rescató su vecino espírita que la ayudaba habitualmente, pero ella acabó muriendo. En otra vida tuvo una alta posición social y despreció mendigos y pobres pagando en esta vida una prueba de pobreza para corregir su vano orgullo. Dios endulza las amarguras de las pruebas poniendo en el camino almas caritativas. A los pocos días él sintió una presencia y como si alguien le rozara.

MAX EL MENDIGO: El padre Max fue centenario anciano y mendigo. En otra vida fue rico y poderoso que trataba a sus siervos como ganado, muriendo a edad temprana por sus excesos. Renació en una familia pobre quedando huérfano pronto. Trabajó duro para sobrevivir hasta que una larga enfermedad le llevó a la mendicidad durante cincuenta años.

HISTORIA DE UN CRIADO: Un criado de figura fina, inteligente, de aire distinguido, fiel a su amo y de sentimientos más elevados que los de su posición, murió joven. En otra vida fue hijo de una buena familia, quedó huérfano y sin recursos, lo acogieron y recibió una excelente educación, pero cayó en el vicio. En esta vida fue un excelente y abnegado siervo de su anterior cuidador, para expiar su orgullo.

ANTOINE B: Un escritor emérito y distinguido sufrió un ataque de apoplejía mórbida y fue enterrado vivo; sufrió mucho al no poder moverse ni respirar. Él mismo decidió esta muerte para redimirse de otra vida en que emparedó viva a su mujer.

EL SEÑOR LETIL: A un industrial espírita se le derramó una caldera con barniz hirviendo, cayéndole trozos de la cara y el cuerpo dejando huesos al descubierto, con gran valor pudo llegar hasta su casa donde recibió los primeros auxilios. Se mantuvo doce horas padeciendo horribles dolores y sufrimientos sin rechistar, poniendo en orden sus asuntos con lucidez. En otra vida fue inquisidor y quemó viva a una niña inocente, que reclamaba contra la política sacerdotal.

UN SABIO AMBICIOSO: Madama B sufrió graves dolores y enfermedades de los cinco a los sesenta y cinco años. En una vida anterior fue doctor que, sólo por reconocimiento y no por altruismo, usaba a sus pacientes como conejillos de indias para probar sus nuevos tratamientos, que le debían reportar mayor fama y clientela. El sufrimiento que provocó lo tuvo que expiar en sucesivas reencarnaciones, siendo ésta la más leve.

CHARLES DE SAINT-G: Un joven idiota de trece años y cuerpo deficiente, está impedido de expresar su apabullante conocimiento y saber. En otras vidas abusó de sus facultades y como castigo se le encarceló en ese cuerpo. Lo ve y lo siente todo, pero al no poder expresarlo sufre doblemente como en la peor pesadilla.

ADELAIDE-MARGUERITE GOSSE: Pobre y humilde criada desde los once años, sirvió a unos ricos ganaderos, que tras una gran inundación perdieron muchos animales y sufrieron otras desgracias que les llevaron a la ruina. La criada les regaló los quinientos francos que ahorró y siguió sirviéndoles, gratis. Cuando murieron sirvió a su hija viuda necesitada. En otras vidas fue rica, igualmente buena, pero la caridad no le suponía esfuerzo, así que se preparó para esta vida de dedicación y abnegación total.

CLARA RIVIER: Una niña de diez años, enferma, con grandes dolores desde los cuatro, anticipó su muerte reuniendo a su familia para despedirse abrazándoles. En otra vida fue médium, como en ésta, pero hizo mal uso de su salud y posición brillante, expiando en ésta sus faltas anteriores.

FRANÇOISE VERNHES: Ciega de nacimiento, murió con cuarenta y cinco años. Una noche de invierno sintió una luz guía sobre su espalda que permitió guiar a su tía de vuelta a casa. En una vida anterior pecó por la vista, debiendo expiar del mismo modo.

ANNA BITTER: Un padre volcado totalmente en su prometedora hijita, al morir, él no quiso resignarse, sufrió un gran vacío por su falta y murió. Ya muerto, maldecía la muerte de Anna lo que dificultaba su desencarnación. Como no se interesaba por nadie más que su hija, ahora se encuentra solo, abandonado, sin poder verla ni sentirla a pesar de estar a su lado.

JOSEPH MATTRE, CIEGO: De clase media y bien educado era una buena persona pero quedó ciego a los veinte años y sordo a los cuarenta, muriendo a los cincuenta. En otra vida también quedó ciego pero rebelado contra Dios; se le agrió el carácter, perdió amigos y acabó suicidándose. En esta vida aprendió a sufrir sin queja y bendijo a Dios por su justicia.


OBSERVACIONES: El despotismo, el fanatismo, la ignorancia y las atrocidades de la Edad Media y los siglos posteriores han legado a las generaciones futuras una inmensa deuda. La muerte no interrumpe la relaciones interpersonales que se perpetúan muchas veces siglo tras siglo. El olvido es un gran beneficio porque si no el recuerdo sería un tormento. Todo tiene su razón de ser en la existencia humana. No hay uno solo de los sufrimientos que hemos causado, que no halle eco en los dolores que sufrimos. Suframos con paciencia y resignación nuestros dolores físicos y morales, por crueles que nos parezcan. La expiación sólo es meritoria si se sufre con sumisión y puede suavizarse mediante la oración.

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