Por Flavia Roggerio
En la edición anterior expusimos como el
Espiritismo aborda el tema de la reencarnación. Según Allan Kardec, el
decodificador de la doctrina, la reencarnación podría
ser definida como la resurrección en la
carne, es decir, el renacimiento del Espíritu en el plano físico. En esta
edición seguiremos hablando de la inmortalidad del alma, pero desde los tiempos inmemorables de la historia,
ya que, desde siempre la pluralidad de las existencias inspira las más
extraordinarias filosofías.
La
India milenaria presenta la existencia de la reencarnación; en el Bhagavad Gita
se lee: «Así como dejamos de lado la ropa usada y vestimos una nueva, así el
espíritu cambia la indumentaria de carne y se reviste de una nueva». Y un poco
más adelante sintetiza de modo magistral: «¿Llorarás si te dijeren que el
hombre recién fallecido es como el hombre recién nacido? El fin del nacimiento
es la muerte y el fin de la muerte es el nacimiento; tal es la ley».
El
budismo de Sakyamuni nos dice: «El sufrimiento proviene del deseo del ser, que
conduce nacimiento tras renacimiento. Conjuntamente con la lujuria, el deseo
encuentra satisfacción aquí y allá, el deseo de las pasiones, de los poderes,
tales son las fuentes del sufrimiento».
El
Egipto faraónico, hace más de cinco mil años, trató prácticamente toda su
filosofía y su ciencia en el principio de la reencarnación. Los egipcios
llegaron a conocer el periespíritu, llamado Kha, y sabían que su elevación dependería
de su grado evolutivo.
Los
druidas, que eran sacerdotes celtas que ejercían las más altas funciones
legales y educativas, defendían la inmortalidad y la reencarnación.
En Grecia la reencarnación estaba presente en la
filosofía de Sócrates, Platón y Pitágoras. Platón, retratando las disertaciones
de Sócrates manifestó: «En realidad, una vez más evidenciando que el alma es
inmortal, no existirá, para ella, ninguna fuga posible a sus males, ni a su salvación
a no ser regresando mejor y más sabia».
En
India se encuentra la reencarnación o «trasmigración de almas» explícita en el
libro «Bhagavad Gita», en los diálogos y lecciones del maestro espiritual Krishna
a su discípulo Arjuna. El camino de la vida budista ofrece preceptos para el
bienestar ético y espiritual de cada individuo y los exhorta a tener compasión,
por cualquier forma de vida.
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El
famoso renacentista italiano Leonardo Da Vinci (1452 - 1591) afirmaba: «Léeme,
oh lector, si en mí encuentras deleite, porque raras veces regresaré de nuevo a
este mundo».
Orígenes
Adamantius (185 – 254), considerado el «Padre de la ciencia de la Iglesia» y «el
mayor maestro de la Iglesia después de los Apóstoles», en sus enseñanzas decía:
«Existe la preexistencia de las almas. El alma es inmaterial y por lo tanto, no
hay ni principio ni fin en su existencia. Las predicciones de los Evangelios no
pueden haberse hecho con la intención de una interpretación literal. Hay un progreso
constante hacia la perfección, siendo nosotros primero como vasos de barro,
luego de vidrio, luego de plata, para finalizar como cálices de oro. Todos los
Espíritus fueron creados sin culpa y todos han de regresar, por fin, a su
perfección original. La educación de las almas continúa en mundos sucesivos. Hay
innumerables mundos que se siguen unos a otros durante eras eternas. ¿No será
más conforme a la razón, que cada alma por ciertas razones misteriosas es introducida
en un cuerpo, de acuerdo con sus méritos y acciones anteriores?».
Todos
los estudiosos de las ciencias psíquicas son unánimes en afirmar la existencia
de la reencarnación como medio de la inmortalidad. Teósofos, martinistas,
rosacruces, esotéricos, templarios, ocultistas en general, todos abrazan los
postulados que Allan Kardec aclaró y popularizó, concediendo al hombre las responsabilidades
que él mismo genera para sí.
Utilizando
el sentido común para entender lo que nos cuenta la historia sobre la
reencarnación, podríamos llegar a entender muchos porqués de la vida actual. La
frase «Nacer, morir, renacer y progresar siempre, tal es la ley» atribuida a
los espíritus que se comunicaron con Kardec en sus estudios, resume de forma
simple y objetiva la reencarnación. Nacemos para experimentar y aprender,
morimos para reflexionar sobre lo que hemos aprendido y para prepararnos para
una nueva oportunidad, renacemos para complementar aquello que aún nos falta
por aprender y así, sucesivamente, ¡progresamos siempre!
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