Por Mónica Dias
Dando seguimiento al trabajo que venimos desarrollando,
según el libro, los periodos geológicos marcan fases del aspecto general del
globo y a excepción del periodo diluviano, que lleva impreso un cambio súbito,
los demás fueron lentos y suaves, sin transiciones bruscas. Sucedieron también
las perturbaciones locales (como el fuego y el agua), cambiando el aspecto de
determinadas regiones.
Edad de las montañas
Conforme a la referida lectura, lo que dicta la edad de las
montañas no son el número de años de existencia de estas, sino el periodo en
que se formaron (su “longevidad relativa”). Hay montañas no muy elevadas que
son más antiguas (como, por ejemplo, las de la Costa de Oro Francesa). Los
levantamientos debieron ocasionar grandes perturbaciones locales e
inundaciones.
El Diluvio Bíblico (el gran diluvio asiático)
Según la obra, el Diluvio no puede ponerse en duda. Para
apoyar la opinión de que este fenómeno verdaderamente ocurrió, se conoce la
existencia de un mar interior que, en épocas pasadas, se extendía desde el Mar Negro
hasta el Océano Boreal, lo que es corroborado por observaciones geológicas.
Hubo una inundación en Mesopotamia y en toda región habitada
por los pueblos hebreos. Pero como los hombres en aquella época, sólo conocían
una zona muy limitada de la superficie del globo, decían que la inundación
había ocurrido “en todo el mundo”.
La obra sigue exponiendo que el diluvio sería posterior a la
aparición del hombre sobre la Tierra y que cuando se habla de hombres y
animales antediluvianos, se hace referencia al Primer Cataclismo.
Revoluciones periódicas
Según los escritos, la Tierra sufre un fenómeno cada 25 mil
años aproximadamente, que es conocido como la “precesión de los equinoccios”.
Dicho fenómeno es, en palabras del autor, un balanceo circular que conlleva
como consecuencia un cambio en la inclinación del globo.
El equinoccio es “el momento en que el Sol, pasando de un
hemisferio al otro, se halla perpendicular sobre el ecuador, lo que ocurre 2
veces al año, hacia el 21/03 y 22/09”. Pero, como consecuencia de un cambio
gradual de la oblicuidad del eje, el momento preciso se adelanta algunos
minutos cada año, por ello el nombre de “precesión”. Continúa diciendo que las
consecuencias de este movimiento aún no pudieron ser determinadas con
precisión. Pero cita algunas consideraciones sobre ello, tales como:
a) El calentamiento y el enfriamiento de
los polos, del que se concluye que los polos no estarán condenados a la
esterilidad perpetua y
b) El desplazamiento gradual del mar que
en algunos lugares invade poco a poco tierras y se retira en otros para volver
a abandonarlas. Una verdadera marea universal. Sigue informando que el
desplazamiento del mar es un hecho demostrado por la experiencia y
atestiguado
por numerosos ejemplos en todos los puntos del globo.
Cataclismos futuros
En línea con la obra, el periodo de las grandes conmociones
terrestres, como las erupciones volcánicas y la invasión del mar en grandes
términos, ya se acabó. También hoy se sabe que los cometas no ofrecen peligro y
que son más bien fuentes de prosperidad que de desgracias, por su clara naturaleza
fluida. Además, se sabe también que la posibilidad de la Tierra de encontrarse
con otro planeta sería un fenómeno muy complicado por la invariabilidad de las
leyes que presiden los movimientos de los cuerpos celestes. La Tierra vive hoy
un periodo de estabilidad y obviamente tendrá un final, pero de él no serán
testigos los habitantes actuales. Y finaliza diciendo que las grandes
perturbaciones que vivirá el globo serán de orden moral y social, hasta que la
humanidad ponga verdaderamente en práctica las leyes divinas.
Crecimiento o disminución del volumen de la Tierra
Según el libro, la suma de moléculas que componen el
conjunto de sus partes solidas, liquidas o gaseosas es indudablemente la misma
desde su origen y dice también que, la más mínima modificación en la
constitución de la atmósfera conllevaría forzosamente la destrucción de los
habitantes actuales, aunque también crearía nuevas razas sujetas a otras
condiciones. Siendo así, no habría por tanto ni crecimiento ni disminución sino
una transformación perpetua.
Dice que, según una opinión, los mundos se agotarán al
envejecer y tenderán a disolverse, para servir de elementos de formación a
otros globos. Y finaliza con una cita de Galileo, que reza “Sólo el espíritu,
que no es materia, es indestructible”.
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