Anteriormente
comentamos los diferentes mundos y los Espíritus que habitan en cada uno de ellos.
También hablamos de la erraticidad, que es el estado o condición en la cual los Espíritus
desencarnados permanecen durante el intervalo de sus diversas existencias
corporales. Así como en el mundo corpóreo, la erraticidad está llena de Espíritus
que se agrupan por simpatías y vibraciones en común y forman centros de convivencia.
En las obras de Chico Xavier estos centros fueron llamados “Colonias
Espirituales”. Otros
espíritus siguen por el espacio en misiones de ayuda ya con la conciencia de su
estado o, en otros casos, en la ignorancia de su condición actual. Estos Espíritus
ejercen gran influencia en las ocurrencias de la vida. Esta interferencia puede
ser oculta o claramente percibida. Puede ser buena o mala, breve o duradera. No
es nada milagroso o sobrenatural.
Imaginamos erróneamente que la acción de los Espíritus sólo se debe
manifestar por fenómenos extraordinarios, que nos vienen a ayudar por medio de
milagros o armados de una varita mágica. No funciona así. Su intervención
ocurre de manera muy natural como podría ser por ejemplo el encuentro de dos
personas que piensan que se cruzaron al acaso, la inspiración/idea que nos
llega de pasar por un determinado lugar, o tener nuestra atención dirigida a
algún punto específico de la calle, etc., de tal modo que nosotros creeremos
que lo hacemos por nuestro propio impulso, por nuestro libre albedrío.
Para admitir la
influencia de los Espíritus es necesario aceptar la idea de que ellos existen y
que sobreviven a la muerte del cuerpo físico. La duda relativa a la existencia
de los Espíritus tiene como causa principal la ignorancia acerca de su
verdadera naturaleza. Sea cual sea la idea que alguien se haga de los
Espíritus, la creencia en ellos se basa en la existencia de un principio
inteligente fuera de la materia. La influencia de los Espíritus es ocurrencia común,
garantizada por los principios de la sintonía mental, pues “(…) es el mundo
mental que se procesa la génesis de todos los trabajos de comunión de espíritu
a espíritu.”, enseña Emmanuel. Sin embargo, antes de ser establecida la sintonía
entre dos mentes, ocurren los procesos de afinidad intelectual o moral, o
ambas, pues “el hombre permanece envuelto en largo océano de pensamientos, nutriéndose
de substancia mental, en gran proporción. Toda criatura absorbe, sin darse
cuenta, la influencia ajena en los recursos imponderables que le equilibran la
existencia …. y más”, añade el benefactor.
La
mente en cualquier plano emite y recibe, da y recoge, renovándose
constantemente para el alto destino que le compete alcanzar. Estamos asimilando
corrientes mentales de manera permanente. De modo imperceptible “ingerimos
pensamientos” a cada instante, proyectando alrededor de nuestra individualidad
las fuerzas que apreciamos en nosotros mismos. (…) Somos afectados por las
vibraciones de paisajes, personas y cosas que nos cercan. Si nosotros confiamos
en las impresiones ajenas de enfermedades y amarguras, en seguida se nos altera
el “tono mental”, y nos inclina a la franca receptividad de molestias
indefinibles. Si nos devotamos a la convivencia con personas operosas y dinámicas,
encontramos valioso sustentáculo a nuestros propósitos de trabajo y
realización. Los Espíritus ven todo lo que nosotros
hacemos, porque nos rodean sin cesar, pero cada Espíritu no ve más que las
cosas en que fija su atención porque no se ocupa de las que le son
indiferentes.
Los Espíritus pueden
conocer nuestros más recónditos pensamientos, a menudo conocen hasta aquellos
que quisierámos ocultar a nosotros mismos. Ellos influyen en los hombres tanto
en pensamiento como en acciones. Se dice que cuando un pensamiento es sugerido viene
a ser como una voz que nos habla. Los pensamientos propios son en general los
del primer instante. Por lo demás no es muy interesante esa distinción. Con
frecuencia no nos es útil conocerla. Podemos distinguir si un pensamiento que
nos es sugerido procede de un Espíritu bueno o malo cuando evaluamos este
pensamiento. Los Espíritus buenos sólo el bien aconsejan. A nosotros nos cabe
distinguir. Un bello ejemplo de cómo el mundo espiritual se comunica y nos
influencia fue el anuncio del Ángel Gabriel a María de Nazaret sobre la
concepción de Jesús.
Tenemos
pensamientos propios y otros que nos son sugeridos. Nuestra alma es un Espíritu
que piensa. Ya sabemos que, con frecuencia, tenemos a la vez varios
pensamientos sobre un mismo punto y a menudo muy contradictorios entre sí. Pues
bien, siempre tenemos mezclados los propios y los nuestros. Esto es lo que nos
hace andar inciertos porque tenemos dos ideas que se contradicen.
Mediumnidad
Mediumnidad
es el conjunto de facultades que permiten al ser humano comunicarse con el
mundo espiritual. Es inherente al hombre de modo que no constituye un
privilegio exclusivo y son pocos los que no poseen algún rudimento de ella. Por
consiguiente, podemos decir que todas las personas poco más o menos son
médiums. La
palabra médium viene del latín médium, medio, e indica precisamente el medio o
puente por el cual los Espíritus pueden comunicarse con los hombres. Es por
medio de estas facultades que podemos sentir, oír o incluso ver a los
Espíritus.
Ángel
Guardián
Hay
Espíritus que se unen particularmente a un individuo para protegerle, como el
llamado hermano espiritual al que vulgarmente llamamos Espíritu bueno o buen
genio. Lo que debe entenderse por ángel guardián o ángel de la guarda es que es
un Espíritu protector de un orden elevado. Su misión es la de un padre respecto
a sus hijos, llevarlos por el buen camino, ayudarlos con sus consejos,
consolarlos en sus aflicciones y sostenerlos en las pruebas de la vida. Está
unido a nosotros desde el nacimiento hasta la muerte y a menudo aún después de
ésta durante muchas existencias corporales, porque no son más que fases breves
comparadas con la vida del Espíritu.
Los
Espíritus buenos que nos acompañan pueden ser de tres tipos:
Protectores.
Son ángeles guardianes con la misión de acompañar al hombre en la vida y
ayudarlo a progresar.
Familiares.
Son buenos, pero a veces poco adelantados y se unen al hombre por lazos más o
menos duraderos.
Simpáticos.
Espíritus que son atraídos por afectos particulares, semejanza de gustos y
sentimientos.
El
mal genio es un Espíritu imperfecto o perverso que se une al hombre con la mira
de alejarle del bien, pero obra por voluntad propia y no por misión. El hombre
siempre es libre de escuchar su voz o de rechazarla. Podríamos aplicar al mundo
espiritual el dicho de la Tierra “Dime con quien andas y te diré quién eres” ya
que nuestros pensamientos y actos pueden atraer este o aquel Espíritu a nuestro
lado.
“Vigilad
y Orad” dijo Jesus.
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