15/12 - 17:30 horas
"En los dominios de la Mediumnidad
a cargo de Wellingthon Bossi
A modo de introducción, os dejo el prólogo del libro "En los dominios de la mediumnidad", dictado por Emmanuel, psicografiado por Chico Xavier.
RAYOS,
ONDAS, MÉDIUMS, MENTES...
Estudiando la constitución de la materia, la
Ciencia del siglo XX va de sorpresa tras
sorpresa renovando los aspectos de su concepción a través de los milenios. No
obstante la teoría de Leucipo, el maestro de Demócrito, quien casi cinco siglos
antes de Cristo consideraba a todas las cosas formadas de partículas
infinitesimales (átomos) en constante movimiento, la cultura clásica siguió
basándose en los cuatro principios de Aristóteles: –el agua, la tierra, el aire
y el fuego–, o en los tres elementos hipostáticos de los antiguos alquimistas:
el azufre, la sal y el mercurio, para explicar las múltiples combinaciones en
el campo de las formas.
En el siglo XIX Dalton concibió científicamente la
teoría corpuscular de la materia, y así se inició un maravilloso período de
investigaciones con inteligencias espetabilísimas que renuevan las ideas y los
conceptos alrededor de la llamada “partícula indivisible”. Extraordinarios
descubrimientos aportan nuevos y dilatados horizontes a los conocimientos
humanos. Crookes descubre el estado radiante de la materia y estudia los rayos
catódicos. Röentgen observa que radiaciones invisibles atraviesan el tubo de
Crookes envuelto en una caja de cartón negro, y define la existencia de los
rayos X. Henri Becquerel, seducido por esta investigación, experimenta con el uranio
en busca de radiaciones del mismo género y encuentra motivos para nuevas
indagaciones. El matrimonio Curie, intrigado por este enigma, analiza toneladas
de uranina y descubre el radio. Antiguas afirmaciones científicas se conmueven
en sus bases. Rutherford, a la cabeza de numerosos pioneros, inicia preciosos
estudios concernientes a la radiactividad.
El átomo sufre una persecución irresistible en la fortaleza
en que se refugia y revela al hombre la solución de numerosos secretos. Y desde
el último cuarto del siglo pasado, la Tierra se convierte en un reino de ondas
y rayos, corrientes y vibraciones. La electricidad y el magnetismo, el
movimiento y la atracción palpitan en todo. El estudio de los rayos cósmicos
evidencia las fantásticas energías esparcidas en el Universo, proveyendo a los
físicos de un medio poderosísimo para la investigación de los fenómenos
atómicos y subatómicos. Bohr, Planck y Einsten, elaboran nuevas y grandiosas
concepciones. El vehículo carnal ya no es más que un torbellino electrónico
regido por la conciencia.
Cada cuerpo tangible es un haz de energía
concentrada. La materia es transformada en energía, y ésta desaparece para dar
lugar a la materia. Químicos y físicos, geómetras y matemáticos, en su
condición de investigadores de la verdad son hoy, sin ellos desearlo,
sacerdotes del espíritu, puesto que, como consecuencia de sus sostenidos
estudios, el materialismo y el ateísmo estarán obligados a desaparecer por
falta de fundamentos en qué basar sus conclusiones negativistas.
Los laboratorios son templos en los que la
inteligencia está dedicada al servicio de Dios, y aún cuando la actividad
intelectual se pervierte, transitoriamente subordinada a la hegemonía política,
generadora de guerras, el progreso de la ciencia, como conquista divina,
permanece en la exaltación del bien y con rumbo hacia un glorioso porvenir. ¡El
futuro pertenece al espíritu! Y meditando en el porvenir de la colectividad
terrestre, André Luiz organizó estas páginas orientadoras acerca de la
mediumnidad, comprendiendo la importancia, cada vez mayor, del intercambio espiritual
entre los seres.
Cuanto más avanza en la ascensión evolutiva, más
seguramente percibe el hombre la inexistencia de la muerte como cesación de la
vida. Y ahora, más que nunca, se investiga en la concepción de una conciencia
existente entre fuerzas y fluidos, provisionalmente aglutinados para fines
educativos. El ser humano comprende, poco a poco, que la tumba es una puerta
hacia la renovación, como la cuna es el acceso a la experiencia, y observa que
su permanencia en el planeta es un viaje con destino a las estaciones del
Progreso Mayor. Y en esta gran peregrinación, todos somos instrumentos de las
fuerzas con las cuales estamos en sintonía. Todos somos médiums dentro del
campo mental que nos es propio, asociándonos a las energías edificantes si
nuestro pensamiento fluye en dirección a la Vida Superior, o bien a las fuerzas
perturbadoras y deprimentes, si nos sometemos a las sombras de la vida
primitiva o torturada.
Cada ser, con los sentimientos que caracterizan su
vida íntima, emite rayos específicos y vive en la onda espiritual con la que se
identifica. Tales verdades no permanecerán semiocultas en nuestros santuarios
de fe. Se irradiarán de los templos de la ciencia como ecuaciones matemáticas. Y
mientras varios aprendices enfocan la mediumnidad, estudiándola desde la Tierra
hacia el Cielo, nuestro amigo André Luiz procura analizarla y valorarla desde el
Cielo hacia la Tierra, colaborando así en la constitución de los tiempos
nuevos.
Con todo, lo que destacamos como lo más sublime de estas
páginas, es la necesidad del Cristo en el corazón y en la conciencia, a los
efectos que no estemos desorientados al entrar en contacto con los fenómenos. Sin
noción de responsabilidad, sin devoción a la práctica del bien, sin amor al
estudio y sin esfuerzo perseverante en nuestro propio pulimento moral, la peregrinación
libertadora hacia las cumbres de la vida es impracticable. André Luiz es
bastante claro para que no nos extendamos en ninguna otra consideración.
Cada médium con su mente. Cada mente con sus rayos,
personalizando observaciones e interpretaciones. Y conforme a los rayos que
emitimos, estableceremos nuestro ámbito espiritual en la onda de pensamientos
que han elaborado nuestras almas. Esto, en buena síntesis, equivale también a
repetir con Jesús:
–A cada cual según sus obras.
EMMANUEL
Pedro
Leopoldo, 3 de octubre de 1954.
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