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jueves, 13 de diciembre de 2012

En los dominios de la Mediumnidad

El próximo sábado, en CEADS,

15/12 - 17:30 horas 
"En los dominios de la Mediumnidad
a cargo de Wellingthon Bossi
A modo de introducción, os dejo el prólogo del libro "En los dominios de la mediumnidad", dictado por Emmanuel, psicografiado por Chico Xavier.

RAYOS, ONDAS, MÉDIUMS, MENTES...

Estudiando la constitución de la materia, la Ciencia del siglo XX va de sorpresa tras sorpresa renovando los aspectos de su concepción a través de los milenios. No obstante la teoría de Leucipo, el maestro de Demócrito, quien casi cinco siglos antes de Cristo consideraba a todas las cosas formadas de partículas infinitesimales (átomos) en constante movimiento, la cultura clásica siguió basándose en los cuatro principios de Aristóteles: –el agua, la tierra, el aire y el fuego–, o en los tres elementos hipostáticos de los antiguos alquimistas: el azufre, la sal y el mercurio, para explicar las múltiples combinaciones en el campo de las formas.

En el siglo XIX Dalton concibió científicamente la teoría corpuscular de la materia, y así se inició un maravilloso período de investigaciones con inteligencias espetabilísimas que renuevan las ideas y los conceptos alrededor de la llamada “partícula indivisible”. Extraordinarios descubrimientos aportan nuevos y dilatados horizontes a los conocimientos humanos. Crookes descubre el estado radiante de la materia y estudia los rayos catódicos. Röentgen observa que radiaciones invisibles atraviesan el tubo de Crookes envuelto en una caja de cartón negro, y define la existencia de los rayos X. Henri Becquerel, seducido por esta investigación, experimenta con el uranio en busca de radiaciones del mismo género y encuentra motivos para nuevas indagaciones. El matrimonio Curie, intrigado por este enigma, analiza toneladas de uranina y descubre el radio. Antiguas afirmaciones científicas se conmueven en sus bases. Rutherford, a la cabeza de numerosos pioneros, inicia preciosos estudios concernientes a la radiactividad.

El átomo sufre una persecución irresistible en la fortaleza en que se refugia y revela al hombre la solución de numerosos secretos. Y desde el último cuarto del siglo pasado, la Tierra se convierte en un reino de ondas y rayos, corrientes y vibraciones. La electricidad y el magnetismo, el movimiento y la atracción palpitan en todo. El estudio de los rayos cósmicos evidencia las fantásticas energías esparcidas en el Universo, proveyendo a los físicos de un medio poderosísimo para la investigación de los fenómenos atómicos y subatómicos. Bohr, Planck y Einsten, elaboran nuevas y grandiosas concepciones. El vehículo carnal ya no es más que un torbellino electrónico regido por la conciencia.

Cada cuerpo tangible es un haz de energía concentrada. La materia es transformada en energía, y ésta desaparece para dar lugar a la materia. Químicos y físicos, geómetras y matemáticos, en su condición de investigadores de la verdad son hoy, sin ellos desearlo, sacerdotes del espíritu, puesto que, como consecuencia de sus sostenidos estudios, el materialismo y el ateísmo estarán obligados a desaparecer por falta de fundamentos en qué basar sus conclusiones negativistas.

Los laboratorios son templos en los que la inteligencia está dedicada al servicio de Dios, y aún cuando la actividad intelectual se pervierte, transitoriamente subordinada a la hegemonía política, generadora de guerras, el progreso de la ciencia, como conquista divina, permanece en la exaltación del bien y con rumbo hacia un glorioso porvenir. ¡El futuro pertenece al espíritu! Y meditando en el porvenir de la colectividad terrestre, André Luiz organizó estas páginas orientadoras acerca de la mediumnidad, comprendiendo la importancia, cada vez mayor, del intercambio espiritual entre los seres.

Cuanto más avanza en la ascensión evolutiva, más seguramente percibe el hombre la inexistencia de la muerte como cesación de la vida. Y ahora, más que nunca, se investiga en la concepción de una conciencia existente entre fuerzas y fluidos, provisionalmente aglutinados para fines educativos. El ser humano comprende, poco a poco, que la tumba es una puerta hacia la renovación, como la cuna es el acceso a la experiencia, y observa que su permanencia en el planeta es un viaje con destino a las estaciones del Progreso Mayor. Y en esta gran peregrinación, todos somos instrumentos de las fuerzas con las cuales estamos en sintonía. Todos somos médiums dentro del campo mental que nos es propio, asociándonos a las energías edificantes si nuestro pensamiento fluye en dirección a la Vida Superior, o bien a las fuerzas perturbadoras y deprimentes, si nos sometemos a las sombras de la vida primitiva o torturada.
Cada ser, con los sentimientos que caracterizan su vida íntima, emite rayos específicos y vive en la onda espiritual con la que se identifica. Tales verdades no permanecerán semiocultas en nuestros santuarios de fe. Se irradiarán de los templos de la ciencia como ecuaciones matemáticas. Y mientras varios aprendices enfocan la mediumnidad, estudiándola desde la Tierra hacia el Cielo, nuestro amigo André Luiz procura analizarla y valorarla desde el Cielo hacia la Tierra, colaborando así en la constitución de los tiempos nuevos.

Con todo, lo que destacamos como lo más sublime de estas páginas, es la necesidad del Cristo en el corazón y en la conciencia, a los efectos que no estemos desorientados al entrar en contacto con los fenómenos. Sin noción de responsabilidad, sin devoción a la práctica del bien, sin amor al estudio y sin esfuerzo perseverante en nuestro propio pulimento moral, la peregrinación libertadora hacia las cumbres de la vida es impracticable. André Luiz es bastante claro para que no nos extendamos en ninguna otra consideración.

Cada médium con su mente. Cada mente con sus rayos, personalizando observaciones e interpretaciones. Y conforme a los rayos que emitimos, estableceremos nuestro ámbito espiritual en la onda de pensamientos que han elaborado nuestras almas. Esto, en buena síntesis, equivale también a repetir con Jesús:
A cada cual según sus obras.

EMMANUEL
Pedro Leopoldo, 3 de octubre de 1954.
 

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