Este sábado tenemos el Estudio Sistematizado de la Doctrina Espírita con el tema "Identificación de las fuentes de la comunicación mediúmnica". Os dejo el texto para previo estudio y os esperamos puntualmente a las 17:30 horas.
Identificación de las fuentes de la comunicación mediúmnica
Distinción Entre fenómeno mediúmnico y fenómeno anímico
Muchas veces es difícil
distinguir en un efecto determinado, qué es lo que proviene directamente del
alma del médium de lo que procede de una causa ajena, porque con frecuencia las
dos acciones se confunden y se confirman. Es así que en las curas por
imposición de manos el Espíritu del médium puede actuar por sí solo o asistido
por otro Espíritu; que la inspiración poética o artística puede tener doble
origen. Pero, por el hecho de que sea difícil hacer una distinción de esa
naturaleza, no quiere decir que sea imposible efectuarla. Generalmente, la
dualidad es evidente, y en todos los casos, casi siempre surge de una atenta
observación. Otro punto que debe ser tenido en cuenta para distinguir un
fenómeno de otro, además de la observación indicada por Kardec, es el
conocimiento sobre la mediumnidad: sus mecanismos, las influencias a las que
está sujeto el médium, etc. Busquemos un símbolo más sencillo, y figurémonos
que el médium es como un puente que une dos esferas entre las cuales, debido a
la diferenciación de la materia del campo vibratorio, se ha establecido una
aparente solución de continuidad. Para ser un instrumento relativamente exacto,
es imprescindible que haya aprendido a ceder, y no todos los artífices del
taller mediúmnico realizan esa adquisición en poco tiempo, porque esa tarea requiere
devoción por la felicidad del prójimo, elevada comprensión del bien colectivo,
avanzado espíritu de ayuda fraterna y serena superioridad en los roces con la
opinión ajena. Por lo tanto, en el mediumnismo común, el colaborador servirá
con la materia mental que posea, y sufrirá las imprecisiones naturales ante la
investigación terrestre; y, después de adaptarse a los más nobles dictámenes de
la renuncia personal, edificará, no de improviso, sino a costa de incesante
trabajo, el templo interior de servicio en el cual reconocerá la superioridad
del programa divino por encima de los caprichos humanos. Cuando logre esa
realización estará preparado para sintonizarse con mayor número de
desencarnados y de encarnados, y de ofrecerles, como el puente benefactor, la
oportunidad de que se encuentren unos con los otros en la posición evolutiva
que hayan alcanzado, a través de constructivos entendimientos. De esta manera,
las influencias anímicas disminuirán con el transcurso del tiempo, - sin cesar
nunca totalmente - a medida que el médium adquiera más conocimiento y más
experiencia, porque la mediumnidad, como todo en la vida, tiene (...) su
evolución, su ámbito, su ruta. No es posible galardonar a un estudiante del
curso superior si no ha sido lo suficientemente aplicado durante los cursos
preparatorios a través de algunos años de lucha, de esfuerzo, de disciplina.
Lenguaje utilizado en las comunicaciones
Los (...) Espíritus, como los
hombres, deben ser juzgados por el lenguaje que utilizan. Supongamos que un
hombre reciba veinte cartas de personas desconocidas; por el estilo, por las
ideas, en fin, por una inmensidad de indicios, comprobará si esas personas son
instruidas o ignorantes, cultas o incultas, superficiales, profundas, frívolas,
orgullosas, serias, irreflexivas, sentimentales, etc. Lo mismo sucede con los
Espíritus. Debemos considerarlos como corresponsales que nunca vimos, y
preguntarnos qué pensaríamos del saber y del carácter de un hombre que dijera o
escribiera esas cosas. Se puede establecer como regla invariable y sin
excepción, que el lenguaje de los Espíritus está siempre relacionado con el
nivel de progreso al que hayan llegado. Los Espíritus realmente superiores no
sólo dicen cosas buenas, sino que también las dicen en términos que no tengan
ningún indicio de trivialidad. Aunque esas cosas sean óptimas, si una sola
expresión que manifieste bajeza las ensucia, constituye una indudable señal de
inferioridad; con mucha más razón, si el conjunto del dictado hiere la decencia
por su grosería. El lenguaje revela siempre su procedencia, ya sea por los
pensamientos que expresa como por la forma, y aunque algún Espíritu quiera
engañarnos sobre su pretendida superioridad, bastará con que conversemos algún
tiempo con él para que lo percibamos. 4 La bondad y la afabilidad son atributos
esenciales de los Espíritus depurados. No sienten odio por los hombres ni por
los Espíritus. Lamentan sus debilidades, critican los errores con moderación,
sin hiel y sin animadversión. Si se admite que los Espíritus verdaderamente
buenos no quieren sino el bien y expresan sólo conceptos elevados, se llegará a
la conclusión de que todo lo que en el lenguaje de los Espíritus manifieste
falta de bondad y de benignidad, no puede provenir de un Espíritu bueno. 5
Pero, si se somete a todas las comunicaciones a un examen escrupuloso y se
investiga y analiza el pensamiento y las expresiones como se acostumbra hacerlo
cuando se trata de juzgar una obra literaria, rechazando sin vacilar todo lo
que peque contra la lógica y el buen sentido, todo lo que desmienta el carácter
del Espíritu que se supone es el que se está manifestando, se desanima a los
Espíritus mentirosos, quienes acaban por retirarse al convencerse de que no
lograron engañar. Repetimos: este medio es único y es infalible, porque no hay
una mala comunicación que resista una crítica rigurosa. Los buenos Espíritus no
se ofenden con ella; por el contrario, ellos mismos la aconsejan porque nada tienen
que temer con el examen.
Identificación del espíritu que se comunica
El problema de la identidad de
los Espíritus es uno de los más controvertidos, aún entre los adeptos del
Espiritismo. Es que, efectivamente, los Espíritus nos presentan con una identificación
visible, y ya se sabe con qué facilidad algunos del los adoptan nombres que
nunca les pertenecieron. Por eso mismo, ésta, después de la obsesión, es una de
las mayores dificultades del Espiritismo práctico. Sin embargo, en muchos
casos, la identidad irrefutable no es más que una cuestión secundaria, sin
importancia real. La identidad de los Espíritus importantes de la antigüedad es
la más difícil de lograr y muchas veces es imposible efectuarla. Por esa razón
es que quedamos limitados a una apreciación puramente moral. (...) Si por
ejemplo un Espíritu se presenta con el nombre de Fenelón y dice trivialidades y
tiene expresiones pueriles, está claro que no puede ser él. Pero, si solamente
dice cosas dignas del carácter de Fenelón que éste no se negaría a aprobar, existe
por lo menos la posibilidad moral de que sea él, aunque no haya una prueba
material. Es sobre todo en ese caso, que la identidad real se transforma en una
cuestión secundaria. Desde el momento en que el Espíritu sólo diga cosas
provechosas, poco importa con qué nombre lo diga. A medida (...) que los
Espíritus se purifican y se elevan en jerarquía, las características propi as
de sus personalidades se extinguen, en cierto modo, en la uniformidad de la
perfección, pero si n perder sus individualidades. Es lo que sucede con los
Espíritus puros. En esa situación culminante, el nombre que tuvieron en la Tierra
en una de las miles de existencias corporales efímeras por las que pasaron, es
algo absolutamente insignificante. ( . . . ) Por otra parte, si consideramos los
innumerables Espíritus que desde el origen de los tiempos hayan alcanzado los
planos más altos, y si comparamos el reducido número de hombres que dejaron un
nombre ilustre en la Tierra, comprenderemos que entre los Espíritus superiores
que pueden comunicarse, la mayoría debe carecer de nombres conocidos para
nosotros. Por lo tanto, si en una reunión mediúmnica se comunica un Espíritu
superior con el nombre de un personaje conocido, no tenemos ninguna (. . . )
prueba de que sea exactamente el Espíritu de ese personaje; pero, si no expresa
algo que desmienta el carácter de quien di ce ser, se puede suponer que sea
realmente él, y en todo caso, se puede decir, que si no es él, es un Espíritu
de su mismo nivel de perfección, o tal vez, su enviado. En resumen, la
problemática del nombre es secundaria porque puede considerarse que ese nombre
no es más que un simple indicio de la categoría que el Espíritu tiene en la
escala espírita. Es mucho más fácil comprobar la identidad cuando se trata de
Espíritus contemporáneos cuyos caracteres y hábitos se conocen, porque precisamente
esos hábitos de los cuales aún no tuvieron tiempo de despojarse, son los que
permiten que se los reconozca, y desde ya afirmamos, que eso es lo que
constituye una de las más seguras señales de identidad. Sin duda, el Espíritu
puede dar pruebas de su identidad al responder algún pedido que se l e haya
hecho, pero sólo procede así cuando le conviene.
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