Buscar este blog

domingo, 24 de diciembre de 2017

Depresión: visión médico-espírita

Por Andrei Moreira



La depresión es la segunda enfermedad más importante en el mundo, quedando sólo por detrás de la ansiedad y afecta del 2 al 19 por ciento de la población mundial, siendo responsable del 30 por ciento de las consultas de cualquier especialidad médica, debido a los innumerables síntomas físicos que produce, que llevan al paciente al médico u otro profesional de la salud, muchas veces sin ni siquiera sospechar que padecen depresión.



Emociones naturales

Frecuentemente, se confunde tristeza con depresión. La tristeza es una emoción natural, que debe ser vivida y que produce una sacudida en el alma. Las emociones son como un río, que cuando fluye con naturalidad, nutre los márgenes y genera vida a lo largo de su curso y recorrido. Pero cuando hay una barrera en el río, uno de los lados se desborda y el otro se seca. También ocurre así con las emociones. Cuando son vividas con la comprensión de su función psico-afectiva, ayudan al movimiento del alma y pueden ser considerablemente beneficiosas. La tristeza, según la autora brasileña Marta Medeiros, es el “cuartito del fondo, donde buscamos remover en nuestras cosas guardadas”. El alma también posee un cuartito donde guardamos pensamientos, sentimientos, sueños, experiencias traumáticas, fantasías y proyectos, entre otros, que requieren nuestra atención. Cuando observamos lo que revela nuestra tristeza, caminamos hacia el autodescubrimiento, de la autosuperación y del autodominio, esenciales en el proceso evolutivo. Como en el luto, por ejemplo, en que la tristeza natural nos ayuda en el proceso de adaptación y desapego fundamentales para el establecimiento de nuevos ciclos y fases de crecimiento personal.

Vivimos una era de grandes desafíos emocionales. La crisis de valores éticos y la desconexión consigo mismo y con la vida, lleva al ser humano a sentirse desamparado y afrontar las emociones como enemigas, buscando la anestesia. Muchas personas buscan los consultorios médicos deseando medicar la tristeza con antidepresivos y ansiolíticos, en un proceso de alienación de sí mismos. Ciertamente hay medicamentos que pueden ayudar a vivir una fase de luto, por ejemplo. Sin embargo, la tristeza no es depresión y necesita ser vivida, sentida y superada, dando lugar a una nueva fase de alegría, que también pasará a su vez, dando paso a otra fase de tristeza, así como la naturaleza posee las estaciones de verano e invierno que se suceden, generando movimiento y vida.


Señales y síntomas

La depresión es mucho más profunda que la tristeza y se caracteriza, según el CID10 (código internacional de enfermedades) y el DSM4 (manual de diagnóstico y estadística de salud mental), por los siguientes síntomas:
  •        Estado deprimido: sentirse deprimido la mayor parte del tiempo, por lo menos dos semanas
  •        Apatía: interés disminuido por la pérdida de placer para realizar las actividades rutinarias
  •        Sensación de inutilidad o excesiva culpa, que ocurre en la gran mayoría de los pacientes
  •        Dificultad de concentración: habilidad para pensar y concentrarse, frecuentemente disminuida
  •        Fatiga o pérdida de energía
  •        Transtornos del sueño: insomnio o hipersomnia prácticamente diarios
  •        Problemas psicomotrices: agitación o retardo psicomotriz
  •        Pérdida o aumento significativo del peso en ausencia de dietas
  •        Ideas recurrentes de muerte o suicidio (lo que caracteriza, por sí solo, depresión grave)



La etiología (causa) de la depresión, según la Medicina, es multifactorial, abarcando factores genéticos, bioquímicos (deficiencia de neurotransmisores específicos), hormonales y psicosociales. Puede ser primaria, sin factores orgánicos que la expliquen, o secundaria, cuando son consecuencia de alguna enfermedad, como el hipertiroidismo, por ejemplo

De entre las causas biológicas posibles de la depresión primaria, podemos citar una dieta deficiente en aminoácidos específicos necesarios para la formación de neurotransmisores, la falta de actividad física (reduciendo la producción de endorfinas, sustancias responsables de la sensación de placer) y los baños de Sol (responsables de la formación de la vitamina D y de la actividad orgánica).

Desde el punto de vista psicoespiritual, sabemos que el espíritu controla el cuerpo por medio de las corrientes de pensamiento y sentimiento que actúan en el universo subatómico, activando genes y controlando su funcionamiento, como explica el benefactor André Luiz. Esto ha sido confirmado por las más recientes investigaciones en el campo de la epigenética, que demuestra que una serie de moléculas presentes en la membrana celular y en el núcleo, como el citoesqueleto del citoplasma, actúan regulando la expresión de los genes y consecuentemente, la vida orgánica. Solamente el 20% de los genes están permanentemente activados. El otro 80% de entre los cuales se encuentran los genes de la depresión, tienen que ser unidos y separados por complejos mecanismos biomoleculares que controlan la célula. Moléculas que están formadas en el organismo por la interacción de los sistemas o surgidas de la dieta y de las sustancias ingeridas o absorbidas por el organismo. De tal forma que el individuo no es esclavo de su genética sino señor de su cuerpo, controlándolo a través de los patrones de pensamiento y sentimiento, conscientes o inconscientes, que actúan en el universo atómico, graduando las moléculas reguladoras de la genética celular.


Causas psicoespirituales

Necesitamos, por tanto, conocer estos patrones psicoespirituales que están en la base del proceso depresivo. Según la benefactora Joanna de Angelis, podemos enumerar algunas posturas del alma causantes de la depresión:


1.      Nostalgia debido a experiencias felices o pérdida de bienes, regalos de placer y júbilo.

Cuando estamos presos a lo que pasó, negándonos a desapegar, adaptar o crecer, se puede establecer en el alma un proceso de fijación enfermiza del pasado, de naturaleza auto-destructiva, ya que la vida es crecimiento y expansión continua. Esto va desde la fijación en las relaciones, fases felices, vidas pasadas y experiencias traumáticas, hasta el rechazo a desprenderse de los patrones, en el intento ilusorio de mantener la permanencia en un Universo no permanente, en continua expansión.

Muchas veces lo que hay es una postura de rebeldía espiritual, en que el individuo desea hacer la vida a su manera, sin comprender las leyes del Universo. Tras esta postura hay “una voz consciente o inconsciente que dice: ya que no tengo la vida que quiero, no acepto la vida que tengo”. Buena parte de las personas lucha con la vida y con Dios como si el Padre fuese mayordomo y debiera servir a sus hijos, en lugar de educarlos. Exigen, chantajean, piden y si la vida no ofrece lo que fue pedido, de la manera como fue pedida, entonces se rebelan, a veces silenciosamente, cerrándose al movimiento de expansión y adaptación necesarios para el progreso. Se olvidan que la vida es abundancia de amor y recursos, siempre dispuesta a ofrecer lo necesario y lo esencial. Sin embargo, frecuentemente pedimos a la vida lo que deseamos, a diferencia de lo esencial y así, desconectamos de la propia alma. El desánimo, base de la depresión, significa desconexión con el alma (alma, del latín, anima). Es necesario, por tanto, reconocer que la vida no se equivoca en su dirección y que estamos todos sumergidos en el amor divino incondicional, que nos conoce internamente. Cuando las experiencias de la vida nos visitan, vienen facturadas por nuestras necesidades, deseos y posturas internas (que están en la posibilidad de nuestro control) o establecidas por la sabia planificación reencarnatoria, que tiene por objeto nuestra madurez espiritual. Conviene aprender esto con el fin de aceptar la sabiduría de la vida y seguir el curso del amor que querernos despertar a la vida infinita.


2.      Prisión del sentimiento de piedad por sí mismo, falta de fe en sí mismo y en Dios

El victimismo es el camino más rápido para  el fondo del pozo. Creer que los responsables de nuestra infelicidad son otros y no nosotros mismos, nos lleva a un estado de parálisis afectiva y de crecimiento personal. Nadie puede afectarnos sin nuestro consentimiento. Porque otros actúan como desean, pero nosotros interpretamos los hechos según los valores y el significado que tienen para nosotros. Como decía Nietzsche: “No existen hechos, sino interpretaciones”. Cuando cambiamos la manera de ver la vida, la vida se renueva. Si nos damos lo que es esencial, amor profundo y nos vemos con la mirada de amor del Creador, las circunstancias pueden abatirnos, pero nada puede paralizarnos. Hay que creer en uno mismo y verse como un digno hijo de Dios, lleno de potencialidades y recursos. Si la culpa se instala, es fundamental evitar el remordimiento, hijo del orgullo, que paraliza el alma, llevando al sufrimiento innecesario y a la depresión;  y abrigar en el alma el arrepentimiento, hijo de la humildad, que lleva a la reparación, por medio del bien y a la madurez.


3.      Cerrazón en sí mismo como defensa para evitar el contacto con sus dolores

Las heridas del alma duelen de todas las maneras. Huir de ellas no nos exime de sentir su efecto. Cuando no nos enfrentamos a nuestras heridas, éstas duelen en profundidad. Cuando las afrontamos y cuidamos de nosotros mismos, éstas duelen cicatrizando. Somos nosotros quienes escogemos el dolor que mata o el dolor que cura.


4.      Consecuencia de movimientos de castración o represión; tristezas, incertidumbres, miedos, celos, ansiedades, están en la base del proceso.

Los sentimientos de pérdida, posesión y celos son expresiones del ego, superficiales, para las cuales la psicoterapia encuentra recursos de amparo, promoviendo el perdón (sin el cual no hay cura) y el auto-descubrimiento. Sin embargo, cuando miramos hacia lo que es esencial en el alma, sólo hay lugar para un sentimiento: gratitud. Independientemente de lo vivido esta vida, tenemos todo lo que necesitamos; somos capaces de la auto-superación y el autodominio. Si honramos la vida que vibra en nosotros, nos inclinamos agradecidos frente a las fuentes que la ofrecieron, nuestros padres biológicos, y percibiendo su amor podemos abastecernos de lo que es esencial. Cuando el árbol está enraizado en el suelo, soporta la tempestad y produce con abundancia. Nuestros padres son el suelo de la vida, amor que representa el amor de Dios junto a nosotros. Incluso cuando nos hayan herido, nos darán la vida, que es infinita y suficiente. Si miramos hacia esta vida y este amor, nos quedamos con lo que es esencial y desistiendo de la crítica y del victimismo encontramos la fuerza, el vigor y la alegría de vivir.


5.      Negación del amor y exigencia de ser amado

La carencia afectiva es consecuencia de la desconexión con nosotros mismos y con Dios. El amor que nos hace falta no es el amor que no se tiene sino el que se retiene en el interior del alma. El amor es la estructura de la vida. Vibra en nosotros como la naturaleza. Está oculto en lo más profundo de sí como el diamante en el seno de la  Tierra. Hay que cavar las capas del ego que lo ocultan permitiendo que éste aflore a la superficie para brillar a la luz de Dios que hay en nosotros, de manera singular y efectiva. El amor que viene de fuera viene atraído por el amor que nace de dentro.
Además de estas (y muchas otras) causas, añadimos los fenómenos obsesivos espirituales que pueden causar o agravar la depresión. Como la mente es una antena que emite y capta ondas específicas, gracias al libre albedrío del espíritu, estamos conectados en todo momento con quienes son afines y sintonizan con nosotros, no sólo por la onda mental irradiada sino sobre todo por el sentimiento cultivado en el alma. Estos funcionan como ganchos psíquicos que nos conectan a los espíritus que sienten de la misma manera que nosotros o que manipulan nuestra mente y vida emocional, al servicio de venganzas, envidias o deseo de poder. Para vencer la obsesión, el camino es el del autoconocimiento y de la renovación moral, que modifican nuestra sintonía con la vida.


Tratamiento

El tratamiento de la Depresión implica una dieta equilibrada, baños de Sol de 10 a 15 minutos diarios, ejercicios físicos (muchas veces es un gran desafío para el deprimido, que no consigue ni salir de la cama o de casa y que necesitará el apoyo de la familia y amigos para ello), el uso de medicamentos específicos y psicoterapia, junto al tratamiento espiritual.

Los medicamentos antidepresivos actúan en el sistema nervioso central, influyendo en las sinapsis, la comunicación entre las neuronas, sucediendo que el nivel de neurotransmisores se altera, modificando el humor. Son recursos necesarios en la depresión de moderada a grave (la leve puede ser tratada solamente con psicoterapia), que alivian y ofrecen condiciones al enfermo de beneficiarse del bienestar físico que posibilita el mejor aprovechamiento para el trabajo psicológico de auto-conocimiento y auto-superación, para definir la cura.

La psicoterapia debe ser aquella que ayuda al hombre a salir del victimismo y asumir la vida con conciencia de su poder real, el del afecto, ayudándolo a conectarse con el amor real y esencial.
El tratamiento espiritual implica la renovación moral y el individuo puede beneficiarse de la fluidoterapia a través de los pases, que renuevan las energías del cuerpo físico y del periespíritu; también del agua fluidificada, que se transforma en medicamento saludable ofrecido por los buenos espíritus en nombre de Dios.

Beneficiándose de todo ello, el hombre podrá comprender que la depresión es un estado pasajero de desconexión con el alma y con el amor, que invita al ser a la auto-transformación por el poder del amor. El estado natural del hombre es el de la alegría de vivir en sintonía con la abundancia del Universo y el amor incondicional del Padre. Frente a ello sólo cabe el esfuerzo de hacer de la vida lo mejor posible, en el cumplimiento de los deberes y en el crecimiento continuo, abrigando en el alma la postura de gratitud, con humildad y honradez, diciendo a la vida: “Hágase, Señor, su sabia y amorosa voluntad”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario