por Dr. Décio Iandoli Jr.
Traducido por Silver Chiquero
¿Cuándo empieza la vida?
El ítem 344 de “El libro de los Espíritus”
pregunta:
¿En qué momento se une el alma al cuerpo?
La unión comienza en la concepción, pero no es completa hasta el momento
del nacimiento. Desde el instante de la concepción, el Espíritu designado
para habitar tal cuerpo, se une a él por
un lazo fluídico, que se va estrechando poco a poco, hasta que el niño nace. El
grito que lanza entonces anuncia que pertenece al número de los vivientes y
servidores de Dios.
El ítem 353 de “El libro de los Espíritus”
trata de lo siguiente:
No estando completa y definitivamente
consumada la unión del Espíritu y del cuerpo sino después del nacimiento,
¿puede considerarse al feto como dotado de alma?
El Espíritu que debe animarlo existe en cierto modo fuera de él y
propiamente hablando, no tiene, pues, un alma, puesto que la encarnación está
sólo en vías de operarse; pero está ligado al alma que lo debe poseer.
André Luiz nos explica, por la orientación
de Alexandre en “Misioneros de Luz”, que la encarnación sólo se completa al
cabo de los siete años de edad, aunque empieza en la concepción, o sea, en el
momento de la fecundación del óvulo materno por el espermatozoide paterno; en
ese momento se inicia el “continuum”,
con la creación del cuerpo físico orquestado por el espíritu descrito por Allan
Kardec; o como dijo el Dr. Hernani Gimaraes Andrade, por el Modelo Organizador
Biológico (MOB); o también según el biólogo inglés Dr. Ruper Sheldrake, por su
campo de resonancia mórfica.
En 1827 Karl Ernst van Baer demostró, 150
años después del descubrimiento del espermatozoide, que el inicio de la vida se
da en el momento de la fecundación, tanto que en 1869, el Papa Pio IX propuso
que sería un deber de la Iglesia, defender el embrión humano desde el momento
de la concepción. Actualmente la ciencia no ha hecho más que reforzar este
concepto pasando a ser una verdad científica, puesto que no puede ser negado ni
contradicho, sino confirmado hasta el momento. En 2002 la Dra. Magdalena
Zernica-Goetz demostró que la primera división del cigoto no ocurre por
casualidad, sino que ésta define nuestro destino y todas las características
que vamos a desarrollar, reforzando aun más el concepto de periespíritu, MOB o
bien Campo Biomórfico.
Siendo así, no podríamos tener otra
actitud que la de respetar al individuo como un ser encarnado desde la
fecundación y generación de la célula original (el cigoto), evitando otras
interpretaciones que podrían abrir el tema sobre el momento en que somos o no
un ser encarnado, lo que ha conducido a muchos compañeros de doctrina a
discutir equivocadamente sobre los derechos del embrión.
Sabemos también, por la propia descripción
de rencarnación de Segismundo, relatada en el libro “Misioneros de Luz”,
psicografiado por Chico Xavier, que la unión fluídica entre la madre y el ser reencarnante,
se produce incluso antes de la fecundación y que el proceso de unión al cigoto
completa la instalación de la interfaz “físico-etérica”, dando comienzo la
rencarnación.
Si en un laboratorio unimos un óvulo y un
espermatozoide, con las técnicas disponibles, conseguiremos el desarrollo de un
embrión, pero no tendremos la certeza de que sea viable hasta el momento de
implantarlo en el útero.
Creemos que esta dificultad se produce,
entre otros motivos, por la ausencia de un espíritu reencarnante unido a estos
embriones, con la consecuente ausencia de un MOB, o que vuelve inviable la
diferenciación celular y la organización espacial del nuevo cuerpo en
desarrollo, interrumpiendo el proceso biológico.
La “maquinaria” celular, el alto grado de
fluido vital de las células embrionarias y el automatismo celular consecuente a
estos dos factores, pueden garantizar el desarrollo inicial de este embrión,
antes que sea necesario el inicio de la diferenciación celular, incluso con la
ausencia de un espíritu reencarnante.
De este modo es teóricamente viable
aceptar que muchos de los embriones concebidos “in vitro” no están dotados de espíritus reencarnantes, sin embargo,
este razonamiento no puede asegurar que en este tipo de fecundación no ocurra
la unión con el espíritu, o que únicamente sucedería en el momento del implante
en el útero, cosa que desconocemos que sea posible o no que pueda suceder.
En el programa “Pinga Fogo” [Nota del traductor: “Está que quema”, programa de
entrevistas basados en temas populares polémicos] con Chico Xavier, el mayor
médium de todos los tiempos, recuperado por “Vídeo Espírita”, y preguntado sobre la fertilización “in vitro” de los llamados “bebés
probeta” que surgieron en aquella época, deja bien claro que la encarnación en laboratorio,
ocurre en el momento de la fertilización y se aprecia que el proceso sucede más
fácilmente, al no existir la interferencia del periespíritu materno.
Clasificar todos los embriones concebidos
“in vitro” como un grupo de células
desprovistas de espíritu no es tan sólo una suposición, sino también algo bastante
improbable y arbitrario. Puesto que cerca del 25% de estos embriones se
desarrollarán con normalidad al ser implantados en un útero, podemos suponer que
el porcentaje de embriones encarnados es semejante, o sea que un cuarto de los
embriones posee espíritus unidos por fuertes lazos fluídicos.
Como hemos visto, todavía no podemos saber
o afirmar cuándo un determinado embrión contiene un espíritu reencarnante o no,
sin embargo, creo que no falta mucho para contar con los recursos para
conseguirlo. Siendo gracias a la verificación de la reprogramación epigénica,
que fue explicada en el trabajo del Dr. Kevin Eggan y que puede significar la unión
de un nuevo espíritu; o bien por la identificación de los campos biomagnéticos
utilizándose futuros aparatos con esta capacidad, como por ejemplo, el
Tensionador Espacial Magnético (TEM) que fue ideado por el Dr. Hernani Gimarães
Andrade, o bien gracias a otros que aparecerán en el futuro a partir del
conocimiento científico de estos campos biomórficos. Hasta entonces, sin poder
probar si existe o no un ser reencarnante unido a aquel embrión, debemos
tratarlos todos del mismo modo, o sea, en caso de duda se debe estar siempre a
favor de la vida.
Ante este hecho, ante la imposibilidad de
afirmar, basándose en los conocimientos doctrinarios, si existe o no un
espíritu en determinado embrión y por no ser éste, en general, el parámetro
usado por la sociedad para tomar las decisiones éticas, creo que nos queda
consultar a la ciencia y a sus conceptos clásicos para cada caso en cuestión.
Debemos buscar en la embriología la respuesta a nuestra pregunta ¿es el embrión
un ser vivo?
Antes de continuar con esta argumentación,
debe quedar claro que desde el punto de vista de la biología y de la legalidad
hasta nuestros tiempos, no existe ninguna diferencia entre el embrión “in vivo” e “in vitro”, por tanto, lo que consideramos sobre uno debemos
considerarlo sobre el otro.
Buscando en los libros de embriología
encontramos, en el primer capítulo de “Embriología
clínica” de Keith L Moore, la definición de cigoto como “una célula
resultante de la fertilización de un ovocito por un espermatozoide y es el
inicio de un ser humano”.
Ante esta afirmación compartida por la
gran mayoría de embriólogos desde 1827 con Karl Ernst van Baer, desde el
momento de la fecundación ya existe un ser humano vivo que, consecuentemente,
debe ser respetado y preservado como tal, sin dar cabida a ninguna “fisura” en
este concepto, igual que se ha hecho en pro de otros intereses, que no los de
la ética y la dignidad humana.
El uso de embriones
Dicho esto, ponemos sobre la mesa el debate
sobre un poderoso argumento, reflotado a la superficie por utilitaristas y
materialistas, quienes defienden el sacrificio de los embriones en nombre de
las vidas que serán rescatadas con el avance de la prometedora terapia con
células madre (CM).
Debemos considerar un primer punto antes
de adentrarnos en los hechos relacionados con las investigaciones actuales en
este campo, punto éste que nos remite a otra cuestión ética:
¿Existen unas vidas que valen más que
otras? ¿Es lícito eliminar una vida para salvar o ayudar a otras?
Los utilitaristas pueden pensar que sí, que
un embrión que no se parece a un ser humano, sino que es más parecido a una
ameba o ente similar, podría ser destruido sin problemas, para que pudiéramos
ver a parapléjicos caminando, o a víctimas de accidentes cardiovasculares
rehabilitados, o pacientes borrándose de las listas de espera por un trasplante;
en un poderoso alegato que conmueve y convence, pues “únicamente los religiosos
más radicales podrían estar en contra del avance de la ciencia que traería
tantos beneficios a la humanidad, simplemente por imponer sus dogmas
irracionales”. ¿Acaso todo se resume a eso?
Invito a analizar esta polémica bajo otra
perspectiva: si determinada persona fuera más valiosa que otra, entonces sería
lícito sacrificar a prisioneros y asesinos para que donasen sus órganos,
beneficiando aproximadamente a seis personas cada uno, además de disminuir los
gastos del Estado con el sistema penitenciario. El argumento utilitarista
justifica también los avances realizados en neurología por el Dr. Mengele,
quien utilizaba las personas que iban a “morir de todos modos” para realizar sus
experimentos en seres humanos. No olvidemos que los nazis creían que los judíos
tenían menos valor que los arios.
Es posible que el lector encuentre mis
valoraciones muy dramáticas, pero es extremadamente importante, en favor de la
coherencia y la verdad, que podamos establecer los conceptos básicos sobre
cuándo empieza la vida, sobre su valor y a partir de ahí ser siempre coherentes
con estos conceptos, inflexibles en cuanto a las bases regidas por ellos,
evitando argumentos superficiales y oportunistas sobre la cuestión, para crear
la permisividad que están buscando muchos.
Según comenta el Profesor Alberto Oliva:
“La creciente transformación del conocimiento científico alerta sobre el riesgo
de las biotecnologías, las cuales están para tratar al hombre no como un fin en
sí mismo, sino como un medio”. El utilitarismo nos retrotrae al dicho romano:
“Tu muerte es mi vida”.
Estamos frente a una cuestión de
principios fundamentales, o sea:
- Debemos respetar la vida humana bajo cualquier
circunstancia y condición;
- Todos los seres humanos deben tener los
mismos derechos;
- La vida humana comienza en el momento de
la fecundación.
Únicamente estos preceptos primordiales,
establecidos ya desde hace mucho tiempo, pueden orientar nuestras decisiones
sobre las cuestiones bioéticas, sino, perderemos todos los límites que deben
orientar la buena ciencia, pues ésta debe estar al servicio del hombre y no al
revés.
Para concluir este primer punto
argumental, me gustaría citar la pregunta 359 de “El libro de los Espíritus”:
En caso de que corriese peligro la vida de
la madre a consecuencia del nacimiento del niño, ¿es un crimen sacrificar al
niño para salvar a la madre?
Es preferible sacrificar al ser que no existe y no al que existe.
Si los espíritus respondieran que el niño
no existe como ser vivo, o bien que su espíritu no está unido al embrión o al
cuerpo del feto, estarían contradiciendo sus propias instrucciones en las
respuestas a las preguntas 344, 345, 353, 356 y 358 del mismo libro; por tanto debemos
entender que esta respuesta es idéntica a la postura de la propia ética médica
cuando postula que, la única situación en que es lícito el aborto, es cuando se
tiene que escoger entre la vida de la madre o la del niño; pero nunca podríamos
hacer extensible este concepto a los embriones, congelados o no, los cuales no
están provocando ningún tipo de riesgo a nadie y por tanto, no es necesario que
sean sacrificados.
Las investigaciones con células madre
Las células madre son células no
diferenciadas, o sea, células con potencial para transformarse en cualquier
otro tipo de tejido especializado del organismo, como, por ejemplo, una célula
del músculo cardíaco, una neurona, una célula hepática, etc.
Podemos obtener este tipo de células de
los embriones, las células madre embrionarias (CME), o de nuestro propio
organismo, las células madre adultas (CMA) presentes en todos nuestros tejidos,
principalmente en la médula ósea.
Cuando el Dr. James Thomson, de la
universidad de Wisconsin, aisló por primera vez una CME en 1998, se pensaba que
las CMA no tendrían la misma versatilidad que las CME y que su vitalidad sería
inferior, por ello, teóricamente las CME fueron designadas como la mejor opción
para el desarrollo de técnicas terapéuticas; mientras tanto se ha ido avanzando
mucho en la investigación con las CMA comprobándose que éstas tienen una gran
versatilidad, pues ya se pueden producir células incluso con la misma
versatilidad que las embrionarias a partir de las CMA, también llamadas Células
Pluripotenciales Inducidas (CPI o IPC en inglés) resultando más dóciles que las
CME al prestarse fácilmente a cultivos y manipulaciones en laboratorio, lo cual
es extremadamente importante para el desarrollo de cualquier técnica terapéutica;
además pueden ser obtenidas del propio paciente, evitando todos los problemas
generados por el rechazo de los implantes celulares.
Las CPI se están revelando como la gran
sorpresa en el entorno médico. El primer trabajo con las CPI fue realizado en
ratones por el investigador alemán, el Dr. Rudolf Jaenisch, del prestigioso
Instituto Whitehead de Estados Unidos y el investigador del mismo grupo del Dr.
Kevin Eggan, citado anteriormente. Este estudio pionero fue publicado en la
revista Cell en mayo de 2005, en que
la supresión de determinados transcriptores genéticos produjo estas células
pluripotenciales a partir de células adultas.
En la universidad de Kyoto, el Dr. Shinya
Yamanaka y el Dr. Kazutoshi Takahashi, experimentando con cuatro factores de
transcripción (Oct4, c-Myc, Klf4 y Sox2), consiguieron esta conversión en
células de ratón y lo publicaron en la revista Cell en agosto de 2006.
En noviembre de 2007, tanto las revistas Cell como Science publicaron simultáneamente los trabajos del equipo de Kyoto
y del equipo del Dr. James Thomson de la Universidad de Wisconsin en Madson en
EUA, anunciando el éxito en la transformación de fibroblastos humanos obtenidos
de la piel, en CPI que posteriormente fueron transformadas en neuronas por
inducción química.
Más recientemente, en un experimento
liderado por el austríaco Marius Werning, realizado en EUA en 2008, sanó ratones
con la enfermedad de Parkinson, usando neuronas producidas a partir de
fibroblastos humanos por la técnica de la supresión genética.
A pesar de estos importantes avances, esta
tecnología aún tiene que superar serios problemas de seguridad, pues depende de
la acción de un retrovirus (pariente del virus del SIDA) para introducir los
genes supresores que reprogramarán las células adultas para transformarlas en
CPI y dos de los cuatro genes supresores utilizados son oncogenes, o sea, genes
cancerígenos que podrían producir tumores. Las investigaciones siguen su curso con
grandes avances.
Las CPI apenas son un ejemplo de la
versatilidad de las CMA. Sobre este tema, la Dra. Alice Teixeira Ferreira de la
UNIFESO/EPM, nos enseña:
“La verdad es que se asume esto (que las
CME son más versátiles que las CMA) basado en el desarrollo embrionario, aunque
este hecho no fue demostrado hasta hoy por una cuestión de metodología: no
existe una tecnología que permita distinguir todos los tipos de células del
organismo humano. Trabajo con cultivos de células desde hace 20 años y trato
con estos problemas reiteradamente”.
Hasta el momento, todos los resultados
positivos conseguidos con células madre, fueron obtenidos con las CMA o con las
CPI. Uno de los motivos más obvios de tales resultados es que las células son
obtenidas del propio paciente, de este modo y en la mayoría de los casos, no
son rechazadas por el organismo. Las investigaciones con células embrionarias,
a pesar de tener, en teoría, mayor potencial de diferenciación, no han aportado
buenos resultados en los estudios ya realizados. La revista Lancet del 10 de julio muestra un artículo de Allegrucci y col, donde afirman que las
células madre de embriones congelados, están muy lejos de ser la más perfecta
fuente de CM para terapia, a parte de que fueron observados casos de teratomas,
un tipo de cáncer extremadamente invasivo y grave.
En realidad, las células embrionarias son
parecidas a las células cancerígenas pues se multiplican rápidamente y cuando
se diferencian mueren en seguida y no se renuevan. Estas células no consiguen
fijarse a los nichos de células madre adultas presentes en el organismo, los
cuerpos embrionarios injertados son rechazados inmunológicamente y si son
injertados en animales inmunosuprimidos, acaban generando cáncer de carácter
embrionario.
Un grupo coreano comandado por el Dr. Woo
Hwang, publicó en la importante revista Science,
en mayo de 2005, un trabajo que anunciaba el tan esperado “éxito” con el cultivo
de CME. Se trataba de un cultivo celular que, así como el propio autor admitía,
fue conseguido de casualidad, o sea, que no se sabía ni cómo ni por qué había
sucedido. Es necesario saber que los cultivos del Dr. Hwang se habrían obtenido
a través de la clonación humana, para rápidamente, usar estos embriones como
donantes de células, siendo éste un aspecto ético a tomar en consideración. En
diciembre de 2005 la propia Science,
anunció que el trabajo era un fraude y que ni siquiera se consiguieron los
resultados publicados.
Hay consenso entre los investigadores del
área, en que el uso de embriones congelados, debido a un proceso llamado
metilación del ADN al cual son sometidos, dificulta aún más cualquier tipo de
tentativa de generar cultivos, siendo un paso fundamental para el inicio de los
futuros trabajos sobre el uso terapéutico de estas células. Para tener una
idea, en el auto-trasplante de CMA obtenidas de la médula ósea, se utiliza en
torno a un billón de CM por mililitro, inyectándose 40 mililitros de un
concentrado de estas células en la región afectada a través de un catéter
introducido en la arteria femoral, como en los casos de infarto de miocardio o
de mal de Chagas (trabajos publicados por el Dr. Dohmman del Hospital
Pro-Cardíaco, en Rio de Janeiro y del Dr. Ricardo Ribeiro dos Santos, en
Bahía). Podemos concluir pues que el número de CME obtenidas por los coreanos,
aun siendo cierto, resultaría irrisorio e inútil para las necesidades terapéuticas
necesarias.
En una entrevista en la revista Médico Reporter del 13 de octubre de
2004, la profesora Alice Teixeira Ferreira ya alertaba sobre las dificultades
que han sido descritas sobre las investigaciones con CME: “[…] el grupo del Dr.
Murdoch de la Universidad de Newcastle en Reino Unido, que es uno de los 5
equipos de investigación que han recibido la autorización para la investigación
de las CME, en su trabajo publicado en la revista Reproduction, en septiembre de 2004: 128(3),259-67) afirman:
- los cultivos continuados de CME en un estado indiferenciado necesitan la
presencia de una capa de células de ratones y de hormonas del crecimiento
liberados por las mismas, existiendo el riesgo de transferencia de patógenos
(virus o bacterias causantes de enfermedades). En caso contrario éstas empiezan
a diferenciarse descontroladamente, generando una mezcla de diferentes tejidos,
perdiendo su tan promulgada característica de pluripotencialidad
- las CME presentan una alta inestabilidad genómica y durante el
crecimiento a largo plazo presentan modificaciones funcionales inesperadas
- cuando las CME son inyectadas en las extremidades posteriores de ratones
inmunosuprimidos generan tumores embrionarios (teratomas) en el 50% de los
animales.
La Dra. Alice continúa: “Estos
descubrimientos muestran que estos investigadores no entienden nada de Biología
Celular, pues nosotros, que llevamos investigando en esta área desde hace 15
años con cultivos de células, hemos sufrido todos estos problemas con las
llamadas células de linaje, obtenidas de tumores o no diferenciadas y
eternalizadas”.
La cuestión que se formula en este momento
es: ¿por qué dividir la atención y los recursos entre dos tipos de terapia, o
sea, con CMA y CME, si apenas el primero ha aportado resultados alentadores,
además de no violar ningún precepto ético?
La doctora Líliam Piñero Eça,
investigadora de la UNIFESP afirma: “El futuro de la ciencia está en las
células madre adultas desde 2001 y en el estudio de los factores epigenéticos,
pues las células embrionarias, por el momento, causan cáncer y rechazo”.
Cientos de científicos investigadores de
las CME, se reunieron en Washington DC en junio de 2005, declarando en aquel
evento el poco éxito de sus investigaciones y reconociendo que se habían
gastado millones de dólares intentando desarrollar sus experimentos sin éxito.
El Dr. James Thomson, pionero en el aislamiento de células madre embrionarias,
admitía que sus méritos fueron exagerados y que no había indicios de una
posibilidad terapéutica con dichas células.
En la práctica
Asistimos a la votación de la ley de
bioseguridad en Brasil envuelta en una “presión social” que, en mi opinión, fue
creada sistemáticamente por una exposición asimétrica del tema por los medios de
comunicación mal informados. Creo que la opinión pública no fue debidamente
informada sobre esta cuestión; se puede ver en televisión a portadores de
deficiencias físicas llorando, emocionados, por la aprobación de la ley, lo que
muestra hasta qué punto estaban ilusionados, porque las posibilidades teóricas
se presentaron como certezas, algunos investigadores llegaron a determinar
plazos de entre 2 a 5 años para la obtención de resultados prácticos, pero puesto
que no se sabe si estos objetivos podrán ser alcanzados, cuanto más establecer
un tiempo para que esto ocurra.
La ciencia no puede prever resultados,
pues ésta trata precisamente de explorar lo desconocido. Hipótesis consideradas
válidas durante muchos años, se han demostrado falsas. Trabajar para el
desarrollo de la ciencia es una obligación de todos, estudiar todas las
posibilidades de progreso dentro de unos límites éticos también, pero no se
pueden garantizar resultados, principalmente cuando estas promesas crean falsas
expectativas en personas tan sufridas, manipulando sus esperanzas.
Se creó una peligrosa ilusión sobre este
tema y consecuentemente se extendió una opinión equivocada. El argumento de
salvar vidas con pedazos de células que irían “a la basura” es inmoral,
minimizando y deshumanizando el embrión; incluso los embriones congelados de más
de 3 años de antigüedad serían inviables, dato evidentemente falso; frente a
casos profusamente publicados en los medios, de embriones con ocho e incluso
trece años en congelación que, al ser implantados en los úteros de sus madres, acabaron
siendo normales y sanos.
Lo más preocupante en relación a este tema
es que se ha abierto un gran precedente, pues ahora el embrión que no es respetado
y es desclasificado como ser humano, posibilitará tomar como lícito también el
aborto, para más inri los grupos pro-aborto han intensificado mucho sus
campañas, iniciando una cruzada para la legalización del aborto de los
anencéfalos. El Ministerio de Salud de Brasil llegó a establecer normas para facilitar el
aborto a víctimas de violaciones, sin exigir ningún tipo de prueba de los
hechos, intentando eximir al médico de cualquier responsabilidad legal,
abriendo una brecha para la institucionalización del aborto generalizado.
Puesto que el embrión congelado no está
vivo, ¿por qué el embrión uterino sí lo está?
El saber popular sobre lo que es
un cigoto, un embrión o un feto es muy pobre, facilitando las campañas a favor
del aborto.
Actualmente algunos médicos defienden la
interrupción del embarazo en fetos portadores de cualquier anomalía, incluso
con síndrome de Down. ¿Dónde vamos a parar? ¿Cuál es el límite ético que se
impondrá?
Lo que se cuestiona ahora no es el
beneficio para la ciencia, sino el beneficio para la humanidad, que puede no
ser la misma cosa, pues en términos científicos, toda y cualquier posibilidad
de estudio o investigación siempre es beneficiosa, pues aporta conocimiento,
aunque este conocimiento sea la constatación de que no es posible conseguir las
metas inicialmente trazadas por esta línea de investigación; mientras debemos
tomar en consideración las cuestiones éticas, puesto que los fines no
justifican los medios.
Deberíamos estar discutiendo la
reglamentación sobre la producción de embriones con fines reproductivos como se
ha hecho ya en Italia e Inglaterra; y el hecho de no usarlos, o de que estos
serán descartados de cualquier modo, no puede ser excusa para el uso de los
mismos con fines científicos.
Lo que debe quedar bien claro es que un
embrión es considerado, por la propia ciencia materialista, como un ser humano
vivo, por tanto debe ser respetado como tal.
Comprendemos la preocupación lícita de
algunos hermanos de doctrina, que temen asumir posiciones que puedan obstruir el
avance de la ciencia, penalizando importantes avances para la humanidad; tal como
ocurre con muchas religiones, que impregnadas en sus dogmas, llegan al punto de
prohibir el uso de importantísimas y fundamentales tecnologías como el uso de
sangre y derivados, por ejemplo; sin embargo no creo que sea recomendable
abandonar preceptos básicos o, peor aún, adaptarlos para poder aceptar
determinadas situaciones que la ciencia nos proporciona: ni tanto ni tan calvo.
No existe fanatismo o radicalismo cuando
analizamos los datos científicos disponibles y bajo la visión de la moral
espírita, nos posicionamos contra el uso de las células embrionarias, creyendo
que se trata de una postura coherente con la doctrina que acogemos, evitando
precipitarnos.
Sin querer ser prepotente, pero a raíz de
la carta abierta publicada por la AME-Brasil (Asociación Médica Espírita de Brasil), con ocasión del MEDNESP de 2005,
diría que son precisamente los médicos espíritas, los más destacados al
expresar su opinión sobre este tema, pues se trata de un tema técnico el cual
exige un conocimiento específico que va más allá del doctrinario.
El mundo evoluciona constantemente, pues
este es nuestro inexorable destino; crearemos tecnologías cada vez más
importantes, mientras, debemos escoger el precio que estamos dispuestos a pagar
por ello, debemos escoger el camino que debemos seguir.
No abramos las puertas al genocidio del
aborto por la deshumanización del ser humano, no dejemos que se instale la
clonación humana para proveer de células embrionarias, la creación de una nueva
modalidad de crimen, el “aborto probeta”, reflexionemos sobre las posibilidades
apoyándonos en los datos que nos ofrece la ciencia y en las enseñanzas de Jesús
y no permitamos el uso de embriones humanos, pues estaríamos incurriendo
nuevamente en un grave error, generando un nuevo y devastador karma colectivo.
El uso de las CME humanas no es necesario
para el avance de la ciencia en este momento, creo que por los trabajos
desarrollados con las CMA y ahora con las CPI conseguiremos grandes conquistas
y el estudio de los factores epigenéticos, acabarán por conducirnos al concepto
de “Modelo Organizador Biológico”, el periespíritu; nos traerá la posibilidad
de, por ejemplo, diseñar órganos en laboratorio a partir de células del propio
paciente, para un auto-trasplante, fundando la “ingeniería de órganos y
tejidos”, o mejor aún, induciendo la proliferación de estas células en el
propio organismo enfermo evitando la etapa de laboratorio.
A pesar de nuestro optimismo y entusiasmo,
no perdamos la serenidad ni evitemos la seguridad en el avance de la ciencia,
pues no debemos emitir un juicio ético de aquello que no conocemos
completamente.
Tengamos confianza y dedicación en los
estudios y en el desarrollo de las CMA y de las CPI, dominando cada vez más y
mejor sus posibilidades, y en cuanto a esto, mucha prudencia y responsabilidad.
Fíjese lo que nos proveyó Emmanuel, a
través de las manos de Francisco Cándido Xavier, mucho antes de que surgieran
las posibilidades que actualmente discutimos:
“El hombre deseó recursos para abrir
caminos con facilidad y la divina providencia le suscitó la idea de reunir
arena y nitroglicerina, de cuya mezcla se creó la dinamita. La comunidad se
benefició del descubrimiento, sin embargo, cierta facción creó con ésta, una
bomba destructora de vidas humanas.
El hombre pidió vehículos que le hicieran
vencer el espacio, ganando tiempo y el amparo divino le ofreció los
pensamientos necesarios para la construcción de modernas máquinas de conducir y
transportar. Estas bendiciones conllevan progreso y renovación para todos los
sectores de las adquisiciones planetarias, mientras, aparecen aquellos que no
respetan las leyes de circulación, creando procesos dolorosos de sufrimiento y
agravando débitos y rescates, en los principios de causa y efecto.
El hombre pidió el apoyo contra la soledad
psicológica y la Eterna Bondad, a través de la ciencia le concedió el
telégrafo, la radio, el televisor, aproximando las colectividades e integrándolos
bajo el mismo ambiente cultural de perfeccionamiento. A pesar de ello, junto a
estos nobles proyectos, aparecen aquellos que se valen de tan altos
instrumentos de comunicación y solidaridad para la diseminación de la discordia
y la guerra.
El hombre imploró medidas contra el dolor
y la Compasión Divina le envió la anestesia, favoreciendo el tratamiento y el
requilibrio del campo orgánico. A raíz de estas concesiones, no faltan aquellos
que transforman los medicamentos de la paz y misericordia en tóxicos de
deserción y delincuencia.
El hombre pidió la desintegración atómica,
bajo la necesidad de conseguir más fuerza, con el fin de comandar el progreso,
y la desintegración atómica está en el mundo, ignorándose el precio que pagará
el Orbe Terrestre, hasta que esa conquista sea respetada lejos de cualquier
apelo a la destrucción.
Es fácil darse cuenta cómo Dios siempre concede
al hombre las posibilidades y ventajas que la inteligencia humana puede pedir a
la Sabiduría Divina. Por eso mismo, las calamidades que surjan en los caminos
de la evolución en el mundo, no suceden obviamente bajo la responsabilidad de
Dios”.
Autor: Dr. Décio Iandoli Júnior, es médico
cirujano, doctor en medicina por la UNIFESP-EPM; profesor titular de Fisiología
de los cursos de Biología, Fisioterapia y Farmacia de UNISANTA en Santos, S.P.;
profesor responsable de la disciplina de Salud y Espiritualidad del curso de
Gerontología de esta misma universidad; profesor del Departamento de Cirugía de
la Facultad de Ciencias Médicas de Santos; actual presidente de la Asociación
Médico-Espírita de Santos y colaborador del Centro Espírita Dr. Luiz Monteiro
de Barros en Santos, S.P.; autor de los libros “Fisiología Transdimensional”, “Ser
Médico y Ser Humano”, “La
Reencarnación como Ley Biológica” y “Un
hombre detrás del Espejo”, editados por la FE editora periodística.