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jueves, 27 de junio de 2019

Los sanos no tienen necesidad de médico

Por Janaina de Oliveira



El Evangelio de San Mateo (cap. IX, v. 10, 11 y 12) recoge un momento de la vida de Jesús en que éste se disponía a comer en compañía de publicanos y pecadores, siendo criticado por los fariseos. Como gran conocedor del alma humana, el Maestro responde a las críticas con una máxima que sigue resonando en nuestros oídos a través de los siglos: Los sanos no tienen necesidad de médico sino los enfermos.


Imaginemos a este corazón puro sentado lado a lado con los hombres y mujeres considerados de la peor clase por su pobreza, enfermedad o profesión. Algunos estarían sucios, casi todos con vestimentas humildes, aquí y allí los signos de la enfermedad física que les caracterizaría, los modales a la mesa probablemente no serían los más sofisticados. Seguramente estarían felices por compartir la mesa con Jesús, aunque ninguno comprendiera en su justa medida la elevación del espíritu que tenían ahí a su lado. Con estas personas se  dispuso Jesús a comer, a compartir el pan. ¿Estuve yo sentada en esta mesa al lado de Jesús, ignorante de su misión, comiendo festivamente en compañía del guía y modelo de la humanidad? ¿Estuviste , amigo lector, amiga lectora?

Es curioso pensar que Jesús nos podría haber propuesto un ayuno especial para la purificación del cuerpo, pero lo que queda recogido en los evangelios es la disposición del Cristo en compartir con la humanidad el alimento. Este alimento es a la vez material y espiritual. La humanidad entera se ve representada en estos publicanos y pecadores. Jesús conoce la miseria del alma humana y por esto viene a traer su mensaje de amor y esperanza, pan de la vida para los corazones hambrientos que deambulan por las sendas del dolor. Todos necesitamos a este médico.

En El Evangelio según el Espiritismo Kardec comenta la aplicación que la escena puede tener para el Espiritismo. Algunas personas pueden pensar que hay médiums que no se merecen la facultad mediúmnica y que ésta debería recaer solamente sobre los buenos y justos. Esto, sin embargo, significa ignorar la función misma de la mediumnidad en un planeta de pruebas y expiaciones. La mayor parte de los médiums encuentran en la mediumnidad una puerta de rescate de débitos pasados a través de los muchos inconvenientes que ésta les produce y de la oportunidad de trabajo renovador en el bien que representa. Es como si el Maestro invitara a los médiums a un gran banquete. Él se acerca a los que se equivocaron mucho en el pasado y sufren las consecuencias de sus actos en el presente. ¿Qué médium podrá eludir la necesidad de desarrollar su facultad ancorada en la Buena Nueva? Todos necesitamos al médico de almas.

El banquete del amor y la esperanza está servido. Los invitados somos todos, todos los que hemos de renovar actitudes, rescatar deudas pasadas, dar pasos firmes en la dirección de la renovación de las actitudes íntimas. Jesús se sienta a la mesa con nosotros, comprendiendo nuestras necesidades materiales y espirituales. Depende de cada uno de nosotros aceptar esta invitación para compartir el pan con el Maestro y los hermanos de humanidad.

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