El Evangelio de San Mateo (cap. IX, v. 10, 11 y 12) recoge un momento de la vida de Jesús en que éste se disponía a comer en compañía de “publicanos y
pecadores”, siendo criticado
por los fariseos. Como gran conocedor del alma humana, el Maestro responde a
las críticas con una máxima que sigue
resonando en nuestros oídos a través de los siglos: “Los sanos no tienen
necesidad de médico sino los enfermos”.
Imaginemos a este
corazón puro sentado lado
a lado con los hombres y mujeres considerados de la peor clase por su pobreza,
enfermedad o profesión. Algunos estarían sucios, casi
todos con vestimentas humildes, aquí y allí los signos de la enfermedad física que les caracterizaría, los modales a la
mesa probablemente no serían los más sofisticados.
Seguramente estarían felices por
compartir la mesa con Jesús, aunque ninguno
comprendiera en su justa medida la elevación del espíritu que tenían ahí a su lado. Con estas
personas se dispuso Jesús a comer, a
compartir el pan. ¿Estuve yo sentada en
esta mesa al lado de Jesús, ignorante de su
misión, comiendo
festivamente en compañía del guía y modelo de la
humanidad? ¿Estuviste tú, amigo lector, amiga lectora?
Es curioso pensar
que Jesús nos podría haber propuesto un
ayuno especial para la purificación del cuerpo, pero lo que queda recogido en los evangelios es la
disposición del Cristo en
compartir con la humanidad el alimento. Este alimento es a la vez material y
espiritual. La humanidad entera se ve representada en estos “publicanos y
pecadores”. Jesús conoce la miseria
del alma humana y por esto viene a traer su mensaje de amor y esperanza, pan de
la vida para los corazones hambrientos que deambulan por las sendas del dolor.
Todos necesitamos a este médico.
En “El Evangelio según el Espiritismo” Kardec comenta la aplicación que la escena puede tener para el Espiritismo. Algunas personas
pueden pensar que hay médiums que no se
merecen la facultad mediúmnica y que ésta debería recaer solamente sobre
los buenos y justos. Esto, sin embargo, significa ignorar la función misma de la
mediumnidad en un planeta de pruebas y expiaciones. La mayor parte de los médiums encuentran en
la mediumnidad una puerta de rescate de débitos pasados a través de los muchos
inconvenientes que ésta les produce y de
la oportunidad de trabajo renovador en el bien que representa. Es como si el
Maestro invitara a los médiums a un gran
banquete. Él se acerca a los
que se equivocaron mucho en el pasado y sufren las consecuencias de sus actos
en el presente. ¿Qué médium podrá eludir la necesidad de desarrollar su facultad ancorada en la Buena
Nueva? Todos necesitamos al médico de almas.
El banquete del amor
y la esperanza está servido. Los invitados somos todos, todos los que hemos de renovar
actitudes, rescatar deudas pasadas, dar pasos firmes en la dirección de la renovación de las actitudes íntimas. Jesús se sienta a la
mesa con nosotros, comprendiendo nuestras necesidades materiales y
espirituales. Depende de cada uno de nosotros aceptar esta invitación para compartir el
pan con el Maestro y los hermanos de humanidad.
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