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domingo, 27 de septiembre de 2020

El dormir y los sueños

Jordi Santandreu Lorite



Allan Kardec interrogó a los Espíritus acerca del dormir y de los sueños, como no podía ser de otra manera, ya que desde tiempos inmemoriales el Ser Humano ha asociado el dormir con traspasar una puerta velada por el oscuro manto de la materia. Lo que se supone que hay detrás de ese umbral se ha interpretado de maneras diferentes según la época y el lugar.

Los sueños han estado asociados, en general, a la dimensión espiritual de la vida, al más allá. En todas las tradiciones antiguas, desde la Grecia de Platón y Sócrates, a la India de los Upanishads, pasando por el Egipto de los faraones, el mundo de los sueños era aquél en el que dioses y humanos podían reencontrarse.

En el Antiguo Testamento hay numerosas referencias a sueños proféticos, como el de Abraham o el de Jacob, que soñó con “una escalera apoyada en tierra, que en su extremo llegaba al cielo. Ángeles subían y bajaban por ella. Jehová, que estaba en lo alto, dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham y el de Isaac: la tierra en la que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia”.

En el Nuevo Testamento no hay tantas referencias, únicamente en Mateo. En una de ellas (1:20) podemos leer: “He aquí que se le apareció en sueños un ángel del Señor, diciendo: José, hijo de David, no temas recibir a María como esposa, porque lo que se ha engendrado en ella es del Espíritu Santo. Y dará a luz un hijo, y le pondrás de nombre Jesús”. 

Como en muchos otros casos, los Espíritus vienen a recordarnos y a ampliar lo que hasta el momento la tradición judeo-cristiana conocía sobre los sueños. Pero primero, veamos qué nos dice la ciencia.


El dormir y el sueño según la ciencia

La ciencia, como podemos suponer, se encarga mayormente del sueño como fenómeno fisiológico, cuya misión es la de favorecer el descanso y el reequilibrio de numerosos procesos físicos y psicológicos. 

El ensueño, en particular, es ese proceso mediante el cual, mientras los órganos de los sentidos y otras funciones fisiológicas permanecen en un estado temporal de suspensión, el cerebro produce ciertas imágenes, sonidos e incluso sensaciones. 

Según el neurobiólogo y catedrático de la Universidad de Salamanca, José Alonso, necesitamos en torno a ocho horas de sueño para que éste nos resulte suficientemente reparador. Dormir menos horas o de forma interrumpida puede acarrear consecuencias negativas incluso a corto plazo.

Según Alonso, la fase del sueño conocida como REM (rapid eye movement, movimientos rápidos de los ojos) interviene en nuestra capacidad para superar los sentimientos negativos, leer adecuadamente las emociones de otras personas y resolver problemas cotidianos.

Nos asegura el catedrático que “si nuestro sueño se interrumpe no tenemos tiempo suficiente para realizar las actividades restauradoras de la noche y podemos sufrir alteraciones en nuestros procesos cognitivos y emocionales. Un sueño discontinuo rebaja sensiblemente nuestro estado de ánimo”. 

La falta de sueño afecta además al sistema inmunológico, reduciendo su capacidad, contribuyendo a la obesidad, la diabetes, el cáncer e incluso provocando muertes prematuras, con una probabilidad mayor de sufrir infartos e ictus. Curiosamente, también se ha calculado el impacto del insomnio en la economía: dormir mal provoca una caída del 2 % del PIB.


La producción de imágenes durante el sueño

Una de las hipótesis neurocientíficas más aceptada sugiere que las percepciones que se producen durante el sueño se deben a la activación de una zona determinada de la base cerebro llamada pontino, situada entre el bulbo raquídeo y el cerebro medio. Se ha comprobado que, cuando una persona sueña, las células nerviosas de esta región se activan hasta cuarenta veces más que durante la vigilia. 

Las creaciones mentales se alimentarían del contenido de nuestra memoria y de las propias sensaciones corporales durante el dormir, que el cuerpo trata de interpretar, como la humedad, el calor, los ruidos, el contacto con la ropa de cama, etc. 

La producción de imágenes por parte las células pontinas no sigue un patrón coherente, es decir, son producto de una especie de selección arbitraria, al menos en lo que respecta al significado. La mente, cuando esto se produce, trata de dar coherencia al conjunto de esas imágenes, inventando una trama para rellenar los huecos. 

La parálisis del sueño, un fenómeno fugaz y transitorio que se da por lo menos una vez en la vida en más de la mitad de la población, recibe una explicación que se ajusta a este paradigma neurofisiológico: durante los breves pero angustiosos segundos en los que notamos que estamos despiertos pero sin poder mover del cuerpo, las áreas motoras del cerebro se activan con un ligero retraso en relación a la conciencia de vigilia. No existe peligro alguno para la vida, pues los procesos autónomos como la respiración o los latidos del corazón no se interrumpen, aunque es natural sobresaltarse.


La interpretación del significado de los sueños

Decía Freud en su gran obra La interpretación de los sueños, de 1899: “en tiempos que podríamos llamar precientíficos, la explicación de los sueños era para los hombres cosa corriente. Lo que de ellos recordaban al despertar era interpretado como una manifestación benigna u hostil de poderes supraterrenos, demoníacos o divinos. Con el florecimiento de la ciencia, toda esta significativa mitología se ha transformado en psicología, y actualmente son muy pocos, entre los hombres cultos, los que dudan aún de que los sueños son una propia función psíquica (psico-fisiológica) del durmiente”.

Sigmund Freud fue un reconocido neurólogo y psiquiatra austríaco, que vivió entre 1856 y 1939. Es una figura muy importante en la psicología contemporánea, creador de la escuela Psicoanalítica, que hoy en día sigue teniendo un lugar destacado en la práctica de la psicoterapia.

Muy probablemente, Freud debió conocer el Espiritismo de primera mano. Kardec publicó El Libro de los Espíritus cuando Freud tenía tan sólo un año, y en su madurez, durante la primera década de 1900, hay constancia del interés del padre del Psicoanálisis por los fenómenos mediúnicos: él mismo participó en sesiones de mesas girantes, probablemente más por curiosidad científica que por simpatía por la doctrina.

Con todo, Freud pronto se distanció de cualquier interpretación de los sueños alejada del paradigma materialista. No creía en la religión, más que como una neurosis colectiva, pero sí creía en fenómenos anímicos como la telepatía, tema sobre el que disertó en numerosas ocasiones e incluso sobre el que publicó dos volúmenes: Psicoanálisis y telepatía (1921), y Sueño y telepatía (1922).

Para Freud, los sueños son proyecciones de la mente subconsciente, deseos reprimidos que se mezclan con recuerdos de experiencias remotas y recientes. Los mensajes que nos anuncian se pueden interpretar en relación a esa misma realidad, que la mente consciente no acepta o no es capaz de gestionar. Pensar en los sueños como revelaciones de otra dimensión existencial tan sólo representa, para el médico vienés, un regreso a la superstición de los pueblos primitivos.

Para Carl Gustav Jung, discípulo de Freud y fundador de la Psicología Analítica, sin embargo, reducir el contenido de los sueños a deseos sexuales reprimidos es demasiado simplista, incompleto en todo caso, e incluso ingenuo. Jung incorpora tonalidades más amplias, profundas y complejas, reflejos del inconsciente individual y del colectivo, sede de los arquetipos. Los sueños tienen la finalidad de restaurar el equilibrio psicológico del soñador, incluso preparándolo para futuros acontecimientos que ya amanecen en el horizonte.


¿Qué nos dicen los Espíritus sobre los sueños?

En el capítulo octavo de El Libro de los Espíritus, nos explican que durante el sueño, el alma se separa del cuerpo, liberándose temporalmente de las cadenas que la mantienen presa. El cuerpo permanece reposando, pero el Espíritu “jamás permanece inactivo”, afirman, y haciendo uso de sus facultades restablecidas parcialmente, entra en comunicación con otros Espíritus, sean de este mundo o incluso de otros.

En la pregunta 401 aseveran: los sueños son “casi siempre un recuerdo de los lugares y de las cosas que viste o que verás en otra ocasión”, según tus tendencias naturales, podemos añadir sin miedo a equivocarnos. Nos encontraremos con Espíritus superiores y realizaremos tareas de instrucción o caridad; o bien, procuraremos placeres aún más bajos de los poseemos aquí en la materia. Permaneceremos con amigos nobles, de esta o de otras vidas, disfrutando de momentos de paz y de alegría; o bien con compañeros de aventuras perversas, en lugares hediondos, como podemos leer en el libro Sexo y Obsesión, del Espíritu Manoel Philomeno de Miranda, a través de la psicografía de Divaldo Pereira Franco.

Naturalmente, también hay bellas regiones, lugares en los que nos instruimos o recibimos la orientación de benefactores espirituales, sea en el seno de centros espíritas en el plano material, o en puestos de socorro o colonias del mundo espiritual. Y regiones intermedias, donde por afinidad nos reunimos con espíritus amigos y familiares para conversar amistosamente, o bien con espíritus con los que nos unen lazos de odio y rencor.

Para las almas más evolucionadas, el sueño es como el recreo después de una jornada de trabajo, momento en el que recuperan fuerzas y restablecen lazos con mentores y guías de una naturaleza superior.


¿Por qué en ocasiones no nos acordamos de lo que soñamos? Los Espíritus responden señalando que puede ser porque no estamos en un momento propicio, debido a carencias o dificultades psicológicas o espirituales, o bien por las propias limitaciones de la materia, ya que el cuerpo no siempre tiene la facilidad de retener las impresiones que recibe del periespíritu en sus viajes por el mundo astral. “Frecuentemente, no os resta más que un vago recuerdo de la perturbación que acompaña la partida y el regreso, junto al recuerdo de todo aquello que os preocupa durante la vigilia”. 

En síntesis: existen dos tipos de sueños, afirman los Espíritus: aquellos en los que frecuentamos lugares y personas de acuerdo con la afinidad que nos une a ellos, y en cuyo recuerdo al despertar se mezclan a menudo imágenes relacionadas con preocupaciones y deseos de la vida cotidiana, e incluso imágenes de mundos desconocidos o flashes de vidas pasadas; y, en segundo lugar, los sueños proféticos, reveladores, que se distinguen claramente de los anteriores por su intensidad, su claridad, por las sensaciones agradables y por los símbolos oníricos, que despiertan nuestra más profunda curiosidad.

A modo de conclusión, sintetiza el Codificador en El Evangelio según el Espiritismo:

“El sueño es el descanso del cuerpo, pero el espíritu no tiene necesidad de este descanso. Mientras que los sentidos se adormecen, el alma se desprende en parte de la materia, y goza de las facultades de espíritu. El sueño se le ha dado al hombre para reparar las fuerzas orgánicas y las fuerzas morales. 

Mientras el cuerpo recobra los elementos que ha perdido por la actividad de la vigilia, el espíritu va a fortalecerse entre los otros espíritus: con lo que ve, con lo que oye, y con los consejos que se le dan, adquiere ideas, que vuelve a encontrar al despertar en estado de intuición; es el regreso temporal del desterrado a su verdadera patria; es como el preso a quien se pone en libertad momentáneamente.
Pero suele suceder, como con el preso, que el espíritu no siempre saca provecho de este momento de libertad para su adelantamiento; si tiene malos instintos, en vez de buscar la compañía de los buenos espíritus busca la de sus semejantes, y va a los lugares en donde puede dar curso a sus inclinaciones.
El que esté penetrado de esta verdad, que eleve su pensamiento en el momento que quiera dormirse; que recurra a los consejos de los buenos espíritus y de aquellos cuya memoria le es grata, a fin de que vengan a reunirse a él en el corto intervalo que se le concede, y al despertarse se encontrará más fuerte contra el mal y tendrá más valor contra la adversidad”.


1 comentario:

  1. Me ha encantado este post, Gracias Jordi Santandreu.
    El mundo de los sueños para mí es un fantástico enigma, me llena de curiosidad y me hace sentir pequeña e ignorante 😂. Una lectura muy gratificante.

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