Nuestros niños, niñas y jóvenes lo han dado todo.
Se han ganado un merecido descanso.
Y los evangelizadores también.
¡Felices vacaciones a la Evangelización CEADS!
1º. - El sufrimiento es inherente a la imperfección2º. - Toda imperfección, así como toda falta derivada de ella, trae consigo el propio castigo en las consecuencias naturales e inevitables: así, una dolencia castiga los excesos y de la ociosidad nace el tedio, sin que sea necesaria una condena especial para cada falta o individuo.3º. - Como todo hombre puede liberarse de las imperfecciones por efecto de la voluntad, igualmente puede anular los males consecuentes y asegurar la futura felicidad.
“Fue escrito [el Libro de los Espíritus] por orden y bajo el dictado de los Espíritus superiores para establecer los fundamentos de una filosofía racional, libre de los prejuicios del espíritu de sistema. Nada contiene que no sea la expresión de su pensamiento y que no haya sido sometido a su control. Sólo el orden y la distribución metódica de las materias, así como las notas y la forma de algunas partes de la redacción, son obra del que recibió la misión de publicarlo. Entre los Espíritus que concurrieron para la elaboración de esta obra, varios vivieron en épocas diversas en la Tierra, donde predicaron y practicaron la virtud y la sabiduría.”
Nuestra conferenciante Tayna con su hija |
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12. Sed buenos y caritativos, esta es la llave de los cielos que tenéis en vuestras manos, toda la felicidad eterna está encerrada en esta máxima; Amaos unos a otros. El alma no puede elevarse en las regiones espirituales sino por abnegación y amor al prójimo; sólo encuentra felicidad y consuelo en los impulsos de la caridad; sed buenos, sostened a vuestros hermanos, dejad a un lado la horrible plaga del egoísmo; llenando este deber, se os abrirá el camino de la felicidad eterna. Por lo demás, ¿quién de entre vosotros no ha sentido latir su corazón, dilatarse su alegría interior al oir contar un bello sacrificio o una obra verdaderamente caritativa? Si sólo buscaseis el deleite que proporciona una buena acción, estaríais siempre en el camino del progreso espiritual. Los ejemplos no faltan; sólo las buenas voluntades son raras. Mirad la multitud de hombres de bien cuya piadosa memoria os recuerda la Historia. ¿No os ha dicho Cristo todo lo que concierne a estas virtudes de caridad y de amor? ¿por qué dejáis a un lado esas divinas enseñanzas? ¿por qué se cierran los oídos a sus divinas palabras y el corazón a todas sus dulces máximas? Yo quisiera que se fijase más la atención y hubiese más fe en las lecturas evangélicas, pues se abandona ese libro y se ha hecho de él una palabra vacía, una carta cerrada: se echa al olvido ese código admirable, y vuestros males provienen del abandono voluntario que hacéis de ese resumen de leyes divinas. Leed, pues, esas páginas ardientes del afecto de Jesús, y meditadlas. Hombres fuertes, ceñíos; hombres débiles, haced armas de vuestra dulzura, de vuestra fe y tened más persuasión, más constancia en la propagación de vuestra nueva doctrina; sólo hemos venido a daros ánimo para estimular vuestro celo y vuestras virtudes, sólo para esto nos permite Dios que nos manifestemos a vosotros; pero si se quisiera, no habría necesidad de otra cosa que de la ayuda de Dios y de su propia voluntad; las manifestaciones espiritistas sólo se han hecho para los ojos cerrados y corazones indóciles. La caridad es la virtud fundamental que debe sostener todo el edificio de las virtudes terrestres; sin ellas, las otras no existen. Sin la caridad no hay esperanza en una vida mejor, no hay interés moral que nos guíe; sin caridad no hay fe, porque la fe sólo es un rayo puro que hace brillar a un alma caritativa. La caridad es el áncora eterna de salvación en todos los globos; es la más pura emanación del mismo Criador: es su propia virtud que El da a la criatura. ¿Cómo fuera posible desconocer a esta suprema bondad? Con este pensamiento, ¿cuál sería el corazón con suficiente perversidad para rehusar y rechazar ese sentimiento enteramente divino? ¿Cuál sería el hijo bastante malo para sublevarse contra esta dulce caricia: la caridad? Yo no me atrevo a hablar de lo que he hecho, porque los espíritus tienen también el pudor de sus obras; pero creo que la que he empezado, es una de las que deben contribuir más al alivio de vuestros semejantes. Veo que los espíritus muchas veces piden por misión continuar mi tarea; veo a mis buenas y queridas hermanas en su piadoso y divino misterio; las veo practicar la virtud que os recomiendo, con toda la alegría que procura esa existencia de abnegación y sacrificios: para mí es una felicidad grande el ver tan honrado su carácter, estimada su misión y dulcemente protegida. Hombres de bien, de buena y grande voluntad, uníos para continuar la grande obra de propagación de la caridad: vosotros hallaréis la recompensa de esta virtud en su mismo ejercicio: proporciona todos los goces espirituales desde la vida presente. Uníos, amaos unos a otros según los preceptos de Cristo. Amén (San Vicente de Paul. París, 1858.)14. Hay varias clases de caridad, y que muchos de vosotros confundís con la limosna, y sin embargo, hay una gran diferencia. La limosna, amigos míos, algunas veces es útil porque alivia a los pobres, pero siempre es humillante para el que la hace y para el que la recibe. La caridad, por el contrario, ata al bienhechor y al obligado, y además, ¡se disfraza de tantos modos! Se puede ser caritativo aun con sus allegados, con sus amigos, siendo indulgentes los unos con los otros, perdonándose sus debilidades, teniendo cuidado de no ajar el amor propio de nadie; vosotros, espiritistas, podéis serlo en vuestro modo de obrar con aquellos que no piensan como vosotros, iniciando en la doctrina a los que ven menos, sin chocar, sin contradecir sus convicciones, conduciéndoles suavemente a vuestras reuniones en donde podrán escucharnos y en las que sabremos encontrar fácilmente la parte sensible del corazón por donde deberemos penetrar. Este es uno de los modos de hacer caridad. Escuchad ahora la caridad con los pobres, con esos desheredados de la tierra, pero recompensados por Dios, si saben aceptar sus miserias sin murmurar, y esto depende de vosotros. Voy a hacerme comprender por medio de un ejemplo. Yo veo muchas veces a la semana una reunión de mujeres: las hay de todas edades: ya sabéis que para nosotros todas son hermanas. ¿Qué es lo que hacen? Trabajan aprisa, aprisa; sus dedos son ágiles; ved cómo sus rostros están radiantes y cómo sus corazones laten unidos! Pero, ¿cuál es su objeto? Ven que se acerca el invierno, que será rudo para las familias pobres; las hormigas no han podido reunir durante el verano el grano necesario para su provisión, y la mayor parte de los efectos están empeñados; las pobres madres se inquietan y lloran pensando en sus hijitos que este invierno tendrán frío y hambre. ¡Pero paciencia, pobres mujeres! Dios ha inspirado a otras más afortunadas que vosotras; se han reunido, y os confeccionan vestidos; después uno de estos días, cuando la nieve haya cubierto la tierra y cuando murmuréis diciendo: "Dios no es justo", porque esta es la palabra ordinaria de los que sufren, veréis aparecer uno de los hijos de esas buenas trabajadoras que se han constituido en las obreras de los pobres: sí, para vosotras trabajan de este modo, y vuestra murmuración se cambiará en bendición, porque en el corazón de los desgraciados el amor sigue de muy cerca al odio. Como todas esas trabajadoras necesitan ánimo, veo que las comunicaciones de los espíritus les llegan de todos lados; los hombres que forman parte de esa sociedad, ayudan con su concurso, haciendo una de esas lecturas que tanto gustan; y nosotros, para recompensar el celo de todos y de cada uno en particular, prometemos a esas obreras laboriosas buena clientela que les pagará al contado en bendiciones, única moneda aceptada en el cielo, asegurándoles, además, y sin miedo de adelantarnos demasiado, que no les faltará. (Caritá. Lyon, 1861).